Curso escritura

Emociones escritas, sensaciones impresas

Buenos días Personas, el tema de hoy son las emociones que nos transmiten los textos que leemos.

Emociones

Emociones

Estar de vacaciones y tener que madrugar para tener que atender otros asuntos debería ser un delito tipificado, pero desgraciadamente la vida no da respiros y no espera a nadie, de modo que aquí seguimos dando guerra.

En el mundo literario el lenguaje lo es todo, concretamente el escrito. Cada una de las palabras esta pensada para crear un clima o una sensación concreta, nada se deja al azar. Un escritor no transmite algo por accidente, es posible que se comprenda mal su texto, porque, por ejemplo, no todo el mundo es capaz de comprender el sarcasmo y la ironía, sobre todo cuando éstas han sido hiladas de una forma muy fina, de tal manera que solo una mente muy aguda y despierta sería capaz de captarlas y entender el texto con la verdadera intención con la que pretendía su autor.

A la hora de lograr transmitir emociones, sentimientos, pensamientos y demás la empatía juega un papel crucial, el escritor debe saber ponerse en la piel del lector y saber con qué palabras exactas debe expresarle lo que pretende decirle, en la intensidad que desea, mientras va avanzando la lectura. Y todo eso sin notas a pie de página, comentarios sobre interpretaciones, ni indicaciones entre paréntesis que indiquen el tono y rapidez con que debe leerse el texto para lograr la sensación que pretendía el autor

El texto siempre debe estar desnudo, para que todas las sensaciones y emociones calen de forma más natural, no obstante el escritor tiene toda una serie de recursos a su disposición con las que hacer que el texto sea interpretado de la manera que el quiere.
El primero de ellos, por su ubicación, es la cita. Está siempre antes del texto, después de la dedicatoria y sirve como filtro de tono y emociones con las que se debe leer el texto siguiente. La cita hace referencia a un párrafo de un libro o a una frase dicha por un autor, debe evocar el sentimiento con el que queremos impregnar al lector, para que al leer el texto tenga en mente la sensación que le ha transmitido la cita. Os pongo un ejemplo de frase polarizante: «Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti». Esta frase de Nietzsche, evoca  intranquilidad y miedo a lo desconocido, con una sensación del peligro que conlleva querer desentrañar un misterio y todo eso con tan sólo catorce palabras.

Otro recurso para expresar emociones son los narradores y los personajes. De hecho, la mayor parte de las emociones van a ser expresadas por estos dos elementos, ya sea de forma directa o indirecta, a través del dialogo, la narración, o de la descripción.
El último de los recursos es el lenguaje en sí mismo, con todo lo que este permite. Utilizando correctamente las figuras literarias, la métrica de las palabras y las cacofonías se puede lograr trasmitir una infinidad de sentimientos y emociones, además de un ritmo determinado, la cual cosa exacerba según que sentimientos, como por ejemplo la impaciencia, si un personaje tiene prisa y está entablado en una conversación con otro que utiliza palabras largas y rimbombantes, hará que la urgencia por terminar la conversación aumente, y esto afectará al lector, al cual tendremos atascado en una conversación insulsa e irrelevante, que no aportará nada y estará deseando que termine, para poder proseguir con la parte interesante del texto.

En definitiva, escribir conlleva un mínimo de conocimiento sobre como funciona el alma humana, puesto que como escritores debemos dotar de ella a nuestros textos. Para que sea este alma la que hable a la de los lectores y así poder crear un vínculo empático con ellos y poder transmitirle todo lo que pretendemos de forma natural y amena, puesto que si algo cala en el lector le acompañará allá dónde vaya durante el resto de su vida, y más vale que sea algo con lo que el lector quiera cargar.

Pues de momento eso es todo por hoy, espero que os haya gustado y haya logrado transmitiros algo hoy. No os olvidéis de compartirlo si ha sido el caso. Nos vemos el miércoles con un nuevo tema.

Sed buenos. Un saludo.

Curso escritura

Personajes

Buenas tardes Personas, hoy un tema fundamental: los personajes.

Personajes

Personajes

Es fantástico poder salir de casa con la calma y poder disfrutar del paseo que hay desde casa a la estación, sin tener que correr, dejando que el sol caliente mi piel y la brisa marina refresque mis pulmones.

¿Nunca habéis pensado que pasaría si cambiaseis el sexo del protagonista de la historia que estáis leyendo? ¿Creéis que afectaría a la misma? ¿De que manera?
Bien pues si los personajes están bien construidos cambiarles el sexo no debería afectar en nada a la historia. Es cierto que a veces hombres y mujeres tienen formas de ser y comportarse distintas, entre otras cosas, por lo como se espera que ellos sean. Se tiende a aceptar más un carácter impulsivo, si se trata de un hombre y se suele esperar que las mujeres se comporten de forma más reflexiva, pese a que tanto hombres como mujeres pueden ser igual de impulsivos y de reflexivos, siendo un rasgo más de su carácter.

No obstante sí que existen algunas diferencias insalvables entre hombres y mujeres, que hacen que sólo se puedan entender y ver de una deterninada forma algunas cosas, que pueden afectar al carácter y a la forma de ser del personaje, si pertenecen a un sexo determinado. Este hecho no es ni mejor, ni peor. Ni bueno, ni malo. Sencillamente es y por tanto debe tenerse en cuenta a la hora de elaborar la psique del personaje.

Porque no es lo mismo una mujer soldado en un mundo gobernado por un regimen feminista que en otro dónde a las mujeres les está prohibido portar armas. En el caso de la primera mujer podrá ser ella misma y ejercer su oficio con total libertad y en el caso de la segunda mujer se estará jugando la vida cada vez que asista a su puesto de trabajo y seguramente tendrá que hacerse pasar por un hombre si quiere evitar problemas. Por tanto a la hora de hacer un personaje hay que tener en cuenta todo lo que le rodea, porque de ello dependerá en buena medida su caracter y su forma de responder a las situaciones. Porque situaciones que deberían ser cotidianas para unos, en otros se convierten en situaciones de estrés y continua sensación de peligro.

Otro factor a tener en cuenta es la edad. La juventud está asociada a la vitalidad y a la imprudencia y la vejez a la sabiduría y a la muerte eventual. Un personaje joven se enfrentará al mismo reto de manera distinta a la que lo haría su yo anciano. Por supuesto que es posible encontrar a viejos temerarios y sin ningún instinto de auto conservación, así como a jóvenes enfermizos y con gran sabiduría, pero aún en ese caso el viejo atolondrado debió serlo mucho más en sus años mozos, y el joven sabio y de salud frágil verá ambas cosas aumentadas a medida que envejezca. Dicho sea de paso, es más aceptable y creíble para el lector que el personaje que da los buenos consejos sea alguien que tenga una edad avanzada y que el idiota impetuoso sea alguien que apenas haya dejado atrás la pubertad.

¿Se os ocurre alguna otra cosa que influya en el personaje? Pues hay muchas más: el estado civil, su nivel adquisitivo, su religión y/o creencias, su estatus social, su familia, sus errores anteriores, la situación geo-polotica del lugar donde vive, su relación con los otros personajes del texto y en definitiva cualquier cosa que crea el escritor que resultará importante al personaje, le preocupe y le afecte.

Con todo lo dicho no hay que olvidar que los personajes pueden evolucionar y sus valores, preocupaciones e intereses cambiar a lo largo del tiempo en que transcurre nuestra narración. Por eso es muy recomendable hacer un dramatis personae, a nivel personal, en el que vayamos apuntando todo lo que creemos que es importante del y para el personaje, para que luego no nos confundamos y le cambiemos algunos de sus rasgos más importantes.

Recordad que como siempre no hay normas en cuanto a la creación literaria, serán los lectores quienes juzguen nuestra obra y si a ellos les gusta será que algo estamos haciendo bien.

Eso es todo por ahora, volveré el lunes con nuevo contenido. Para cualquier comentario, duda, cuestión o sugerencia tenéis la caja de comentarios. No olvidéis compartirlo si os gusta.

Sed buenos, un saludo.

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El escritor: ¿Nace o se hace?

Buenos días Personas, hoy trataré el tema de si el escritor nace con el deseo de serlo o es algo que aparece con los años.

El escritor

El escritor

Parece que las lluvias han traído algo de frescor a este día de junio. Algo, pero no demasiado, ya vuelvo a estar como si no me hubiera duchado.

Esta semana he decidido ser neutral y hablar de temas que no son ni buenos ni malos, sencillamente son. Hoy toca los escritores: ¿Qué necesita alguien para serlo? ¿Publicar un libro? ¿Tener buena prosa? Bueno pues escritor, atentos a la perogrullada, es todo aquel que escribe para otro, ya sea de manera profesional, cuando percibe un dinero por ello, semi-profesional, cuando espera recibirlo y amateur, cuando aun esperando ser leído no se percibe un dinero por escribir, aunque sí se perciban por una actividad relacionada, como la publicidad de un blog o página web.

Ahora bien, ¿Cualquiera puede ser escritor? ¿Hace falta algo más que saber leer y escribir? Sí, esencialmente hacen falta dos cosas: talento y algo que contar.

El talento viene con la persona, se puede pulir y perfeccionar, a fuerza de leer y escribir mucho, pero si no se tiene poco se puede hacer. La buena noticia es que el talento se encuentra a patadas.

Lo más difícil es encontrar algo que contar, que sea interesante me refiero, lo bueno es que el qué importa poco y todo el peso reside en el cómo. Incluso la situación más banal e insustancial, pasada por el filtro de un escritor, puede convertirse en una importante historia cuyo mensaje nos llegue a lo más hondo del ser y nos cambie la manera de pensar.

La pregunta lógica a estas alturas sería: ¿Cómo sé si tengo talento? Bueno, no te preocupes, lo tienes, no conozco a nadie que carezca de talento, por supuesto que no todos tenemos el mismo talento ni al mismo nivel, pero si juzgamos a una guindilla por su dulzura todos estaremos de acuerdo en que carece por completo de ella.

A veces es difícil encontrar nuestro talento, pero siempre nos está llamando. La literatura también nos llama, todo aquel que tenga inquietud para escribir y esté siempre buscando maneras de contar historias es porque tiene un talento dentro de si mismo pugnando fuertemente por salir. Y debemos sacarlo, aunque sólo sea para nosotros, aunque personalmente considero muy egoísta tener un don y guardártelo para ti mismo, el mundo necesita gente extraordinaria, capaz de inspirar al resto a seguir adelante y cumplir con sus aspiraciones, sean las que sean.

¿Hace falta algo más que talento y algo que contar? Bien, supongamos que has descubierto tu talento y que tienes algo que ofrecerle al mundo, pues eso es sólo la punta del iceberg, todo lo que tienes que hacer ahora es trabajar, mucho, muchísimo, hasta más allá del límite de la extenuación. No es fácil salir a relucir en un mundo tan competitivo como el nuestro, somos siete mil millones de personas, sin esfuerzo no se consigue nada, absolutamente nada, cuanto antes lo asimiléis antes podéis salir adelante, ¿Creéis que no podéis? ¿Que no merece la pena el esfuerzo?

Pues en ese caso ni amáis la literatura ni ella os ama a vosotros, porque os aseguro que no hay satisfacción más grande que la de sacar tiempo de dónde sea, aunque sea a costa de sacrificar horas de sueño, para conseguir tirar adelante los textos que quieres sacar y conseguirlo. Y ya os digo: muchas veces la recompensa es personal, porque, a menos que ya seas un autor reconocido, nadie viene a darte una palmadita en la espalda y te dice: «muy bien, se nota que te has esforzado, te mereces un premio». Como mucho consigues algunas muestras de aprecio anónimas y alguien te comparte, aunque la verdad, me llena de satisfacción ver eso.

Antes de finalizar la entrada, os contaré, a modo de curiosidad, qué me hizo meterme a escritor. Fue el cantautor Silvio Rodriguez y su canción «¿A dónde van?», escuchar atentamente la letra de la canción me hizo darme cuenta del poder de la palabra, la capacidad de decir una cosa cuando se esta escribiendo otra completamente distinta, todas esas metáforas me calaron tan hondo que quise ser yo el que las hiciera, de modo que empecé a escribir, desde muy pequeño y hasta hoy no he parado, ni tengo intención de hacerlo.

Pues eso ha sido todo por hoy. Esforzaos al máximo en todo lo que hagáis, por vosotros mismos, es la mejor medicina contra los remordimientos y los auto reproches.

Sed buenos. Un saludo.

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Divergencias del escritor

Buenos días Personas, vamos a tratar algo que resulta molesto a los lectores: las divergencias.

Divergencias

Divergencias

No hay mejor manera de empezar el día que tener que salir corriendo, eso ya vaticina que el día tendrá la misma tónica, esperemos que no me den mucho la tabarra.

¿Nunca os habéis fijado en que los escritores tienen obras muy buenas y otras que no lo son tanto? Os pongo un ejemplo:  J. D. Sallinger es el autor de «El guardián entre el centeno» («The catcher in the Rye»), que fue su primera obra publicada. Este libro forma parte de los clásicos de la literatura estadounidense. Pues bien, el señor Sallinger después de ese libro escribió tres más, que son: «Nueve cuentos», «Franny y Zooey» y «Levantad carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción». ¿Los conocíais? ¿Los habéis leído? Pues estos libros, pese a ser del mismo autor, no han tenido tanta popularidad como «El guardián entre el centeno».
Estos tres libros son un recopilatorio de cuentos que, en algunos de ellos, tratan sobre los hermanos Glass.

Pero, ¿A qué se debe esta diferencia de popularidad entre unos libros y otros? ¿Son malos los cuentos del señor Sallinger? Lo cierto es que hay muchos motivos detrás de las divergencias de calidad y popularidad de las diferentes obras de un mismo autor. Sin centrarnos en ninguno en particular, a menudo ocurre que un escritor se siente más cómodo escribiendo novelas, cuentos o microrrelatos y al escribir en un formato que no le es tan familiar o no se adapta a su estilo favorito, puede verse afectada la calidad de los textos, y eso el lector lo nota.
También influyen las situaciones personales por las que pasaba el autor en el momento de escribir. Es muy probable que una mala situación afecte negativamente a la obra. Sería diferente si la situación se hubiese superado y se hubiese convertido en una experiencia, un escritor puede utilizar una experiencia dolorosa para escribir un texto emotivo y conmovedor, de manera que su obra se vea favorecida.

Para terminar hablaré de las editoriales y de como afectan a la calidad de los escritores, me refiero a las fechas de entrega y a las correcciones finales ajenas al autor.
Es posible que a medida que un escritor vea próxima la fecha de entrega se vaya poniendo nervioso y acabe por priorizar la cantidad de páginas a la calidad de las mismas. Es bastante habitual que un escritor deba compaginar la escritura con otro trabajo y eso a menudo hace que no pueda disponer de todo el tiempo que le gustaría para su novela, sobre todo si es un ser sociable con familia y amigos, que entonces también le gustará dedicarle tiempo a ellos. Dado que las fechas de entrega deben respetarse, con lo único que puede hacer algo el escritor es con las otras cosas.

Pero como no puede cogerse vacaciones cuando quiera, ni es recomendable descuidar a la familia y los amigos, lo único que puede hacer es escribir más sacrificando el contenido. Ese tipo de cosas se ven cuando la lectura está avanzada y, pese a estar bien escrito y redactado, no está hecho con la misma soltura, tono y toque a la que el autor nos había acostumbrado hasta ahora, lo cual, suele ser el primer indicio de un final de libro decepcionante para el lector.

También puede haber divergencias con las correcciones ajenas al escritor, pueden ser por dos motivos: la editorial quiere una cosa determinada y el escritor la escribe como le han dicho o una vez entregada la obra, alguien contratado por la editorial, revisa y cambia el texto antes de publicarlo.

En ambas, si no se hace correctamente, el texto queda como si tuviera un parche o un injerto, en especial si la persona que ha traducido no ha tenido en cuenta el estilo del autor y cambia alguna palabra por otra creyendo que la polisemia hará el resto y justamente el autor usó esa palabra con toda la intención del mundo.

Un inciso antes de acabar: influyen de manera puntual la manera en que se ha despertado el escritor, si ha dormido bien, si está acatarrado o si no deja de visitar el cuarto de baño. Esas cosas afectan a la capacidad de concentración y perder el hilo de lo que se escribe suele resultar nefasto.

Pues eso es todo por hoy, para cualquier cosa no dudéis en comentar, si os ha gustado compartirlo y si no volveré el miércoles con otro tema que tal vez sí sea de vuestro agrado.

¿Habéis encontrado algunas divergencias conmigo?

Sed buenos, un saludo.

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La crítica

Buenos días Personas, el tema de hoy es delicado: la crítica.

La crítica

La crítica

Hoy toca ser positivo, de modo que os voy a hablar de la crítica, pero sólo de la buena y constructiva, esa que se hace desde el cariño y/o el respeto para tratar de ayudar al escritor a mejorar.

Antes de empezar, ¿Es necesaria la crítica? ¿Tan importante es la opinión de otro sobre nuestra obra? Respuesta corta, sí, mucho. Respuesta larga, sí, es esencial, el siglo XX está lleno de artistas autistas que no saben comunicarse y necesitan explicarte su obra para que la entiendas, y para mi el arte es una forma de expresión, si no trasmites lo que quieres transmitir, en la intensidad que pretendías o no trasmites nada en absoluto, no estás haciendo arte. Formas algo, pero no creas nada. Por eso es tan importante una crítica, porque de la misma forma que nadie ve los colores de la misma manera, nadie entiende y asimila las palabras igual. Y si bien hay tonos y matices, si se capta la intención, sabiendo la profundidad del sentimiento aunque no nos cale, estaremos expresandonos bien.

La crítica debe hacerse tanto por profesionales de la literatura como gente aficionada a ella. Los primeros pueden darnos una opinión sobre el texto, su forma, su estructura, los recursos literarios y si están bien empleados o no, así como alguna posible mejora gramatical del mismo.
Los segundos, que suelen constituir la mayor parte de nuestros lectores, nos dicen cómo han entendido nuestra obra, sí han entendido el tema y el mensaje, si les ha gustado, sí no, si la lectura se les hace amena o pesada.
Todos esos comentarios nos ayudan a la hora de hacer una última corrección al texto antes de lanzarlo al mundo.

Ahora bien, ¿Hasta que punto debemos hacer caso a otros y hasta que punto debemos mantener nuestra obra como nosotros queremos? Como siempre: en el equilibrio está la clave.
Ningún escritor es tan bueno como para hacer un texto que no necesite ninguna corrección, es algo normal, a veces las ideas se plasman al papel sin pasar por el filtro de la forma, todo se puede mejorar y retocar más tarde.
A veces una idea o concepto no es sencillo de explicar, sobretodo en fantasía, puesto que muchas cosas son fruto de la imaginación del autor y al no haber nada con que el lector pueda compararlo puede hacerse difícil su comprensión.
Haré aquí un inso personal: mi última novela empieza en un mundo mágico con gente que vive en un futuro tecnológico, por tanto tengo que meter cachivaches de ciencia-ficción y conjuros por doquier, establecer una relación entre ambos y sacarme palabras de la chistera para bautizar a todas esas cosas que no existen, y todo eso respetando la sonoridad castellana de mis neologismos.

Eso me lleva a preguntarme: ¿Entenderá la gente que es un rólomo si se lo describo? ¿Sabrá cuál es su uso y función? ¿Lo verá como un Smartwatch muy avanzado? Y que decir de la magia, ¿Es mejor o peor que la tecnología? ¿Porqué se sigue usando? Pues son todas esas cosas las que hacen que mi novela tenga que ser leída por otra persona, para ver si le he dejado escritos todos los elementos que necesita para poder comprender mi mundo.

Seguro que alguien se estará preguntando: ¿No es mejor evitar crear palabras si pretendes que te entiendan? Pues la respuesta es que no. Todo universo fantástico tiene palabras propias que le son únicas. ¿Sabéis lo que es el Quidditch? ¿Un pensadero? ¿El fuego valyrio?  Pues todos esos conceptos fueron en su momento introducidos por los autores de las obras a las que pertenecen.

Volviendo al tema de la crítica: como autores de nuestra obra somos los que tenemos que decidir como la enviamos a publicar, ya sea a través de una editorial o mediante la autopublicación, pero no estaría de más tener en cuenta la opinión de aquellos que han leído nuestro texto nos han dado su opinión sobre él, especialmente si una misma opinión es compartida por varias personas. En esos momentos un escritor debe saber aparcar su orgullo y aceptar la crítica, usándola para mejorar su creación literatura, sólo de esa manera conseguirá llegar lejos.

Bien, pues eso es todo por esta semana, el llunes volveré con otro tema para vosotros. Sed buenos

Un saludo.

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Faltas ortotipográficas

Buenos días Personas, hoy os traigo las faltas ortotipográficas, qué son y cómo evitarlas.

Faltas

Faltas

Habitualmente trato de ir intercalando entradas sobre buenas prácticas de escritura y hábitos a evitar. Hoy vengo a hablaros sobre algo nefasto para el escritor: las faltas de ortografía.

Hoy en día, con herramientas como los procesadores de texto, es difícil encontrar un texto con demasiadas faltas de ortografía, esto hace más grave el hecho de encontrarlas, puesto que hay palabras que se escriben de diferente manera y su significado cambia completamente.

Dicho sea de paso no ayuda nada que el teclado qwerty tenga la be y la uve juntas, pero si se escribe, con intención de publicarlo, desde un ordenador o en un dispositivo móvil, es muy probable que se cuente con una conexión a internet, la cual no solo sirve para ver gatitos, sino que cuenta con una amplia gama de diccionarios en linea, entre los cuales está el de la RAE, así que no debería haber excusa para no consultar una palabra si se tienen dudas sobre la misma.

Cuando veo faltas de ortografía en algún texto publicado me viene a la mente una pregunta, ¿Cómo pretende alguien escribir en un idioma que apenas conoce? Es como si alguien pretendiese ser compositor sin tener ni idea de música, porque de la misma manera que cinco palabras aleatorias no hacen una frase, cinco notas al azar no hacen una obertura. De la misma manera cuando veo faltas se me hace imposible creer que una persona tenga conocimientos si quiera de todos los recursos literarios que existen y cómo aplicarlos.

Sí, de acuerdo, hay gente con mucho talento e imaginación que no te sabe decir qué es un hipérbaton ni los cuatro tipos diferentes que hay: tesis, paréntesis, anástrofe e histerología. Sin embargo es capaz de jugar con el lenguaje y alterar el orden de las palabras con tal maestría que se merece una fuerte ovación y un sonoro aplauso. Pero ese tipo de personas, a fuerza de escribir, aprenderán a usar bien el idioma, se interesarán por él y querrán conocer todos sus entresijos, y es que, como bien dice una buena amiga mía, no hay nada como saber lo que se está haciendo.

Otro tipo de errores propios de escribir son los tipográficos, el hecho de escribir una letra cuando se quería poner otra. Este tipo de errores suelen darse en la fase creativa, en la que se escriben de manera fluida todas las ideas que se tienen en mente y es mejor no pararse a corregir cada falta cometida, pues la inspiración se puede marchar si se corta. Estos errores duelen menos a la vista, siempre que no se trate de un error de be o uve, en cuyo caso es imposible saber si ha sido accidente o ignorancia.

Finalmente, hay un tipo de error que solo puede darse si se escribe en un ordenador o un teléfono móvil inteligente: los errores de autocorrección. Estos errores se basan en la «intuición» que tienen los procesadores de texto sobre el mismo. A menudo tendemos a pensar que sí escribimos una palabra de una determinada manera nuestra herramienta de trabajo no se creerá más audaz que nosotros y nos la dejará tal y como la hemos escrito, ilusos de nosotros.

Las máquinas a menudo se comportan de una manera más  complicada que como nos gustaría que lo hicieran, a veces incluso parecen ofuscadas en decirnos que son ellas las que llevan la razón, con una sugerente línea azul bajo una determinada palabra, como si nos pretendiera decir: «¿Está usted seguro que ha utilizado bien esa palabra?». Y es entonces cuando revisas tres veces la frase, no se diese el caso que en el rato en que hemos tardado en escribir el texto la RAE hubiera aprobado nuevas normas ortográficas y el ordenador lo supiese ya, claro, al estar conectado a internet puede saber todo lo que pasa en el mundo mucho antes que nosotros.

Pero, ¿Por qué es tan importante escribir correctamente? Pues porque nada estropea más la atmósfera y la experiencia de lectura que una falta ortográfica. Ya se puede estar leyendo la escena mas emotiva y preciosa del universo, si se ve una falta, el corte de rollo es tan inmenso que ya pueden morir Romeo y Julieta, nos va a dar igual, si describen su amor con hache (perdón por el derrape mental que os he podido provocar), se pueden ir al cuerno. Afortunadamente Shakespeare sabía escribir bien en todos los sentidos.

Resumiendo, no está de más revisar un texto todas las veces que sean necesarias, para evitar que nuestro mensaje quede enturbiado y ensombrecido por nuestra forma de mostrarlo.

Eso es todo de momento. Sed buenos y disfrutad del sol ahora que parece que durará poco.

Un saludo.

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Inspiración y tema

Buenos días Personas, hoy dos partes fundamentales de toda obra literaria: la inspiración y el tema.

Inspiración

Inspiración

El alguna ocasión, mas de una, os he hablado de la importancia que tiene el mensaje en un texto. Un texto sin mensaje es como un barco sin timón: no tiene esperanza de llegar a ninguna parte y si llega será mal y de cualquier manera.

La inspiración es esa herramienta que nos permite crear un tema, un mensaje y la forma en que hacemos que estos dos elementos se muestren.
No solo se trata de pensar en el mensaje y en el tema, sino de hacer que estos lleguen a través de una historia interesante y unos personajes coherentes y definidos.

Sobre los temas, decía Stephen King en su libro «Mientras escribo» que, y cito de memoria, los escritores hablan siempre de los mismos temas, que eso varía segun el escritor, pero que en sus escritos estaba muy presente la violencia.

Y es que es verdad: muchos escritores escribimos sobre unos temas mucho y sobre otros poco o nada. A veces incluso se puede escribir sobre un tema muy manido y dar un mensaje ya muy utilizado, por ejemplo el tema de la soledad y el mensaje de que la felicidad está en las cosas pequeñas, pero ese mensaje y ese tema están tan bien integrados dentro de la historia y esta historia es tan buena, que la disfrutamos tanto que nos llega muy bien el mensaje y captamos el tema a la perfección, sin darle mayor importancia al hecho de que sean unos tópicos muy usados.

Porque en literatura lo que importa no es el qué sino el como, pongamos como ejemplo un tiovivo: cuando alguien monta en esta atracción ya sabe que al final el viaje se acabará, pero también sabe que lo divertido está en cada una de las vueltas, de modo que escoge su caballo favorito y se sube a él, sin saber que cómo será el trayecto, pero con la ilusión de que lo disfrutará muchísimo. Llega un momento, en la cuarta vuelta en que su mirada se cruza con la de la chica más hermosa que ha visto jamás, para la séptima vuelta tiene intuición de que no quiere dejar de mirar jamás a esos ojos castaños, en la vigésima, justo en la última, ella y él salen del tiovivo de la mano, sintiendo que han encontrado algo que necesitaban y llevaban tiempo buscando.

Pues un libro es muy similar, en cada capítulo, o vuelta, nos va aportanto sentimientos, emociones, experiencias. Esto cala en nosotros y se forma una relación entre lo que leemos, empatizamos con los perosonajes y sus vivencias, cuando termina el libro nos llevamos todo eso con nosotros.

¿Quién no ha imitado un «Wingardium Leviosa»? ¿Querido matar al Bastardo Usurpador? ¿Acaso no habéis dicho nunca la famosa frase de «Hola. Me llamo Iñigo Montoya, tú mataste a mi padre. Prepárate a morir.»?

Bien, pues ya sea con los libros de la saga de «Harry Potter», con los de «Canción de Hielo y Fuego» o con «La Princesa Prometida», por poner ejemplos de literatura fantástica, cuando alguien se lee una novela, un cuento o un microrrelato, sea del género que sea, se llevan algo consigo, tanto si es consciente de ello o no. De tal manera que muchas veces se introducen en conversaciones, se parafrasran o se hacen bromas que solo pueden entenderse si el interlocutor se ha leído el libro al que se está haciendo referencia.

Y es que leer cambia a las personas, no solo por los conocimientos adquiridos, el mensaje recibido o las vivencias adquiridad. Alguien que lee cambia su manera de ver el mundo, y a su vez, cambia la manera en que el mundo le ve a él, otorgándole cierta capacidad de defenderse ante determinadas situaciones de la vida, ya sea física, emociomal, social o psicológicamente.

¿Qué papel juegan en todo esto que acabo de contar la inspiración y el mensaje?
Pues todo, cuando hablaba de inspiración al principio no solo me refería a la que necesita el autor para escribir, sino a la que se le infunda al lector. Los escritores no escribimos para nosotros solamente, también lo hacemos pensando en todo lo que queremos transmitir a los lectores, que mensajes queremos daros y que ideas os podemos dar para que se os ilumine la bombilla y hagáis eso que necesitáis transmitir al mundo. Todo es una cadena, algo de esto menciono en mi publicación titulada: «La intertextualidad».

La conclusión a la que quería llegar es que entre lectores y escritores se forma un vínculo invisible pero perceptible de alguna manera. Un escritor escribe para sus lectores, sin saber quién son, pero inspirándose para ellos. Los lectores captan esto y se adueñan del mensaje y la inspiración que les manda el escritor y lo hacen parte de su ser. El mayor orgullo de un escritor es ver a sus lectores diciendo una frase, haciendo un gesto, o repitiendo una broma que ha salido de uno de sus textos, de verdad que no lo hay.

Bueno, eso es todo por ahora, el miércoles volveré con más, sed buenos.

Un saludo.

Tiempo

Buenos días Personas, hoy vengo a hablaros del tiempo, y no me refiero al clima.

Tiempo

Tiempo

Esta mañana, tras salir de la cama, he pensado seriamente si patentaba un nuevo deporte: la natación sincronizada en sábana estival.

Hablando de cama, ¿Os habéis parado a pensar cuando dura un sueño? Nos acostamos, nos dormimos, soñamos y algo que nos ha parecido breve pueden suponer perfectamente seis o siete horas durmiendo. Siempre me ha resultado curioso este efecto de dilatación temporal, pues bien, también sucede en la literatura.

¿Habéis leído «Ulises» de James Joyce? Pues el libro tiene entre 650 y 1000 páginas según la edición, y en el solo transcurren 24 horas. ¿Y «Cien años de soledad» ha caído en vuestras manos? Pues este libro de Gabriel García Márquez  tiene 471 páginas y en ellas transcurren 100 años de historia en el pueblo de Macondo. ¿Y cómo es esto posible? ¿Como se pueden extender 24 horas para que den para unas seiscientas cincuenta páginas y que cien años puedan condensarse en cuatrocientas setenta y una? ¿Brujería? No, resulta que el tiempo permite que juguemos con él tanto como necesitemos.

En una novela el tiempo puede ir adelante, atrás y en espiral, es decir, saltando adelante y atrás según lo necesite el autor. Hay varias formas de doblegar el tiempo para que se adapte a la voluntad del escritor, una de ellas es utilizando descripciones. En las descripciones el tiempo no pasa, uno puede llenar páginas y páginas de detalles sobre el entorno y los personajes que están en el y el tiempo permanecerá estático. Ahora bien, usando una sola línea, incluso tres palabras son suficientes, para hacer que el tiempo vuele, adelante o atrás, segun sea menester. El simple hecho de escribir: » pasaron seis meses» ya adelanta el tiempo medio año, al hecho de hacer avanzar el tiempo, sin contar cada uno de los acontecimientos que suceden en ese periodo, se le llama en literatura «resumen». El resumen, a efectos temporales es justo lo contrario a la descripción.
Para que lo entendáis mejor, supongamos un niño en lo alto de una azotea con una hoja de roble en la mano, está a punto de tirarla, la descripción nos daría detalles precisos de como es el niño, que altura tiene el edificio, cuando fue construido y todo lo que el autor quiera expresar, pero la hoja permanecería estática, aún en entre los dedos del niño o flotando en el vacío. El resumen nos situaría ya la hoja en el suelo, obviando su viaje, ¿Y que pasa si queremos avanzar, al mismo paso que la hoja, narrando una escena al ritmo de su caída? Pues entonces tenemos una subperspectiva. La subperspertiva consiste en ir siguiendo un elemento móvil y escribir lo que sucede en torno a él. En mi relato «Breve paseo por Néfira«, en el momento en que el globo se escapa el relato pasa a narrarse en subperspectiva.

Otra forma de hacer que el tiempo avance a la vez que se va leyendo el texto es el diálogo. Una frase dicha por los personajes hace avanzar el tiempo tanto como una persona con una buena dicción tardaría en decir esa misma frase. Por tanto, si un lector con un buen, nivel de lectura, tarda diez minutos en leer toda la escena del diálogo, significará que, a menos que se especifique lo contrario, en esa escena han transcurrido diez minutos.

Vemos por tanto que existe una relación y una diferencia entre el tiempo que se tarda en leer un libro y el tiempo que transcurre dentro de la historia.

Para acabar demos un repaso: el tiempo narrativo es maleable, hay elementos que hacen que este avance rápido, como el resumen, elementos que hacen que este transcurra al ritmo de la lectura, como el diálogo y la subperspectiva y elementos que detienen el tiempo, como la descripción.

No hay una forma correcta de aplicar cada uno de estos recursos, un escritor debe saber cual quiere usar y en que medida. Yo personalmente no soy partidario de hacer subperspectivas demasiado largas y sin embargo me encanta que los diálogos ocupen la mayor parte de mis novelas, y seguramente habrá autores que defiendan justo lo contrario y autores que estén de acuerdo conmigo. Como ya he dicho, no hay una fórmula perfecta, siempre y cuando el texto logre lo que pretende estará bien construido.

Eso es todo por ahora, disfrutad del fin de semana los que podáis y nos volvemos a ver el lunes a la misma hora.

Un saludo.

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Autores entrometidos

Buenos días Personas, espero que este junio que empieza hoy os traiga cosas maravillosas. Hoy hablaré sobre los autores que se entromenten demasiado en sus libros.

Autores

Autores

Lo que os traigo yo hoy es una crítica a esos autores, que te dicen y repiten como tienes que interpretar y entender su obra, con comentarios directos de la mano del narrador, cambios en la forma de ser y actuar de los personajes sólo para favorecer a la trama y mi favorita (a la hora de detestarla) : las moralinas.

Cuando leo una moralina, me imagino al autor o autores creyéndose un ser superior, con una vida perfecta y con la potestad de meterle en las vidas de gente que no conoce de nada y decirles lo que deben hacer. Porque seguro que ese escritor o esa escritora llevan una vida perfecta y son tan felices que se permiten el lujo, o la deferencia, según si lo ven ellos, de darte una directriz para mejorar nuestras insulsas y patéticas vidas. Pues bien, eso no se hace, de los muchos motivos por los que la gente lee microrrelatos, cuentos y novelas, dudo mucho que se encuentre el de recibir una regañina moral y un sermón sobre la vida, ni siquiera los libros de auto-ayuda se permiten el lujo de juzgarte y soltarte un: «te perdono, ser infeliz, porque eres inferior, pero ahora haz lo que te ordeno» seguido de unas palmaditas en la cabeza. Está bien querer decir cosas, de hecho, si no se tiene nada que decir el escritor se queda sin nada que contar, (recordad que ya hablamos sobre lo que se dice, llamado estructura superficial, y lo que se quiere contar, llamado estructura profunda) y eso hace que sus obras, aunque gramaticalmente impolutas y estilísticamente preciosas quedan huecas por dentro, al carecer de un alma, que es el mensaje que debe tener todo escrito. Porque un mensaje, aunque venga a decirnos que tenemos hábitos poco saludables, no impone una idea, viene a ser un :»aquí ha pasado esto, por estos motivos, si te ayuda bien, sino, espero al menos que te haya gustado».

Mi segunda intromisión de los autores que detesto bastante es cuando un escritor usa al narrador para decirte como debes de entender lo que está sucediendo en su obra. Para mi es como coger al lector de la mano e irle emitiendo juicios morales, para que se quede con que personaje es bueno y cual es malo, porque, ¿Es tan horrible dejar que la historia se desarrolle y que cada lector saque sus propias conclusiones sobre lo que está bien y lo que está mal? Creo que no. Os pongo un ejemplo: Alexandre Dumas, en su obra «El conde de Montecristo» utiliza constantemente al narrador para emitir juicios de valor sobre los personajes, para dejarte bien claro quien es el bueno y quien es el malo, términos que para mi no existen, porque alguien puede buscar un bien mayor a través de unas acciones cuestionables y causando un daño en el momento presente, pero que en un futuro se entenderán porque fueron y se verá que era la mejor opción, o al revés, un personaje puede actuar de la manera mejor para todos y que siente bien a todo el mundo, sin pararse a pensar, que eso, el día de mañana, ocasionará muchos quebraderos de cabeza.

En cuento a los cambios de personalidad para favorecer giros narrativos ¿Es tan difícil tomar decisiones narrativas y argumentativas, teniendo en cuenta las circunstancias que afectan a cada personaje y su forma de ser y ver el mundo? Pues parece ser que para esos autores sí, esos que no dejan a sus personajes expresarse de manera natural y te cuentan como viven ellos las cosas, sin pararse a pensar si es algo que forma parte de su carácter, sencillamente usan a los personajes como marionetas, para que den significado a su obra.

Los personajes pueden cambiar su forma de ser y actuar, no es imposible, las personas (no olvidemos que los personajes son reflejos de personas), cambian y evolucionan, a veces de manera rápido y otras de forma más lenta, pero esos cambios de deben a algo, no puede ser que un personaje cobarde, de buenas a primeras, tengo un arrojo de valentía, si no hay un motivo para ello, y de la misma manera, un personaje con un sentido del deber muy fuerte no se quedará de brazos cruzados si delante de él se comete un acto que considere injusto, a menos que haya algo que justifique su inactividad.
Pues todo eso sucede, a menudo se nos presentan a los personajes de una manera concreta y determina, y de repente, por «exigencias del guión» ese personaje, traiciona todo lo que es y en todo lo que cree, para que la historia vaya por unos derroteros u otros, como ese protagonista fuerte y valiente, que deja escapar al asesino, aun pudiendo haberle detenido, solo para irle a buscar más tarde y de paso vivir más aventuras en el camino, antes de derrotarle, eso, me parece una falta de imaginación y unas ganas tremendas de no salirse de los tópicos convencionales.

Como escritor, trato por todos los medios de evitar estas tres situaciones, aunque me lleve mucho más trabajo de revisión y reescritura, porque sé que todo el texto mejorará y la historia será mucho más amena y divertida de leer.

Eso es todo por ahora, sed buenos, leed en la medida que podáis y, si os apetece, tratar de encontrar algunas de las cosas que hemos comentado en esta publicación. Para cualquier cosa, ahí tenéis la caja de comentarios.