Sagre, capítulo 3

Sagre, capítulo 3.

Sagre

Sagre

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Poco a poco los días fueron pasando y con ellos, las semanas y con estas los meses y finalmente los años, llegó el día del décimo aniversario de Sagre y Megrez, la tradición Iridiana es preguntar a los hijos que quieren como regalo el mismo día en que cumplen los años, Megrez lo tenía muy claro, quería un hacha tan alta como él, 140 cm, algo que podría casi considerarse una alabarda con la hoja ancha para un miembro de la raza konei, de manera que Díadra y Phenatos aceptaron regalársela, el padre prefirió hacer el regalo un poco más personal y optó por hacer aquella hacha el mismo, seleccionó la madera mas resistente, dura y flexible y busco el metal mas flexible, tenaz y duro, encontró que el metal que satisfacía sus exigencias era el leng y la madera era del árbol de ocaso, para acabar de embellecer el arma incrustó piedras preciosas en la hoja.

Aquel regaló gustó muchísimo a Megrez, no solo por que era lo que quería, sino también por el valor sentimental que le añadía el esfuerzo invertido por parte de su padre en hacer aquella hacha.

Pero Sagre no tenía tan claro su regalo, no sabía que podía pedir y tardó varios días en dar con algo, su madre le dio la idea al recordarle lo bien que lo había pasado años atrás jugando con aquellos niños, y que quizás le gustaría volver a ver a Zalhón, de modo que no se lo pensó dos veces, pidió permiso a sus padres y se fue hacia Fhis.

Al llegar encontró un pueblo mucho más grande de lo que fue siete años atrás, las viviendas se habían multiplicado considerablemente y por consiguiente su población, ahora Fhis era un gran hervidero de vida y un punto de comercio importante, la exportación mas importante de Fhis era el agua, el inmenso manantial formado durante siglos bajo la tierra era, a parte de un importante recurso, la principal atracción de comerciantes, aunque geográficamente también servía para apaciguar a un sediento desierto que se extendía al oeste de la ciudad, entre montañas marrones y erosionadas formadas en su mayoría de esquistos.

Buscó la casa de Zalhón, al llegar a ella llamó a la puerta, esperó y no obtuvo respuesta, volvió a llamar y espero otro rato más, pero siguió sin obtener respuesta, una vecina le vio de pié en frente de la puerta.

 

¿A quien buscas pequeño? Preguntó la mujer.

 

A mi amigo Zalhón Respondió Sagre.

 

Pues creo que se han marchado todos a visitar la ciudad de Andrej dijo la mujer.

 

Vaya, ¿Sabe como puedo llegar hasta allí? Preguntó Sagre.

 

Claro que si muchacho, no tienes más que ir a la plaza y preguntar por los destinos de los carruajes, creo que para alguien de tu edad es gratis dijo la mujer.

 

Muchísimas gracias señora contestó Sagre.

 

Y diciendo esto se dirigió hacia donde le había indicado aquella mujer, no tardó en llegar al lugar, bastantes personas se reunían aquí, en torno a los transportes, unas bajaban y otros subían, el joven se fijó en los carruajes, eran unas cabinas de madera con dos grandes ruedas redondas pues a una a cada lado de la cabina, en esta se habían practicado unos cortes redondos a modo de ventanas, dos a cada una de los lados y una delante y otra detrás, para no dar el efecto de corte accidental en la madera cada ventana estaba reforzada con un marco circular, lo cual también actuaba como elemento decorativo.

Lo que más llamó la atención de Sagre fue lo que hacía que esas cabinas de madera se movieran, de la parte delantera de estas sobresalían una especie de arneses, atados a estos había unos animales con la cabeza redondeada, ojos parduzcos y colocados debajo de su frente, apenas sin nariz, en su lugar, una línea ligeramente protuberante con dos huecos por fosas nasales, labios gruesos y carnosos, el inferior más grande y sobresaliente que el superior. Cuello y tronco poderosos y musculados, con pelo color crema hirsuto. Del lomo, donde se le ve la columna marcada en la piel, salen las extremidades, cuatro a cada lado agrupadas dos a dos. Los dos pares de brazos tienen mucho músculo y pelo y las manos están protegidas con unos guanteletes metálicos por fuera y acolchados por dentro,  porque el animal camina con los nudillos, los dos pares de patas tienen el muslo muy desarrollado, y los pies también protegidos, pero con unas suelas flexibles en forma de cuña, que le dan mayor tracción. Dentro de la boca tenían una pieza metálica metida, de los extremos de esta pieza salían dos correas, las cuales eran llevadas por una persona que se sentaba encima del techo de la cabina.

Sagre se acercó a ver uno de estos animales más de cerca

 

¿Qué te pasa muchacho? Le preguntó el conductor – ¿Nunca has visto un wedis?

 

Sagre negó con la cabeza.

 

Vaya, entonces seguro que nunca has subido a uno de estos transportes, ¿Me equivoco? – Le pregunto el conductor.

 

Sagre volvió a negar con la cabeza.

 

Veo que eres un chico muy callado, pero espero que puedas responderme a una pregunta ¿Estabas mirando los animales por curiosidad o es que quieres ir a algún sitio? – Preguntó el hombre.

 

La verdad es que me gustaría ir a la  ciudad de Andrej dijo la Sagre.

 

Vaya, vaya, vaya, si que eres un chico con suerte Le dijo el conductor – Da la casualidad de que este carruaje se dirige justamente hacía allí y va a salir dentro de nada, así que date prisa y sube si no quieres quedarte en tierra, no te preocupes por el precio, los niños no pagan.

 

Y en cuanto Sagre hubo subido el conductor hizo sonar la campana que indicaba la salida del transporte, una vez dentro pudo ver las personas que serían su compañía durante el trayecto: tres koneis, que estaban sentados en los asientos situados a la izquierda de la puerta, eran un hombre, una mujer y una niña pequeña, una familia. En el lado derecho estaban sentados un hombre de mediana edad yrteda y un yrteda de menor edad llevando libros y pergaminos, el yrteda más mayor se entretenía mirando unas joyas que llevaba en una bolsa de cuero, las ponía a contra luz y observaba su brillo y la luz pasar a través de ella

El joven iridiano se fue a sentar al lado de los yrtedas.

 

No te acerques ladronzuelo Le gritó el yrteda – Deja en paz mis joyas, maleante, vete a sentar con la escoria que es donde tienes que estar.

 

El joven yrteda se rió al ver la cara de sorprendido de Sagre, el cual miró hacía los koneis

 

Ven anda, siéntate con nosotros Le dijo la mujer con voz amable – Aquí cabemos los cuatro, no le hagas caso a ese yrteda, estoy segura de que no eres un ladrón, no tienes pinta de mala persona.

 

Y el camino prosiguió entre preguntas y conversaciones, cuando el hombre konei le preguntó por sus padres Sagre se quedó callado, al verlo solo el matrimonio interpretó que sus padres habían muerto y que el joven era un huérfano que vagaba por el mundo, lo vieron bastante delgado por lo que también pensaron que debía pasar hambre.

Mas o menos a mitad del camino, antes de entrar al bosque, había una posada en la que decidieron pararse para comer,  todos bajaron a comer salvo Sagre.

 

Baja muchacho, es hora de comer – Le dijo el conductor.

 

No tengo dinero respondió Sagre.

 

Pues eso es un problema – sentenció el conductor.

 

No te preocupes Dijo el konei – Nosotros te pagaremos tu comida.

 

El joven iridiano agradeció la comida que le ofrecían y la aceptó con mucho gusto, mientras esperaban la comida el mayor de los yrtedas se dedicó a enseñarle al joven de su misma raza algunos conjuros simples, se dirijia a él como “pupilo”, por lo que Sagre dedujo que era una especie de aprendiz, tras comer, volvieron a ponerse en marcha, subieron todos al carruaje y siguieron por el camino que se adentraba en el bosque, para ahorrar tiempo de viaje, el camino no se adentraba mucho en el bosque, apenas unos metros y el bosque dejaba paso a una ancha llanura de un vivo color verde, aunque en algunas zonas la salida del bosque estaba mas lejos que en otro el sendero por dentro del bosque estaba bien hecho, los árboles no crecían en ninguno de los puntos del camino de tierra y entre los nobles y los comerciantes se encargaban de mantenerlo transitable y limpio de ladrones y asaltadores, y bien pocas veces ocurren accidentes.

Pero el azar quiso que cuando llevaban dos horas de viaje dentro del bosque el conductor tuviera que parar por culpa de un gran árbol caído bloqueando el camino, el conductor bajó al suelo y enseguida se vio rodeado por gente de varias razas que arma en mano le ordenaron permanecer quieto, algunos portaban dagas o espadas y otros, los que permanecían en más alejados, portaban arcos, el grupo en total estaba formado por seis asaltantes

Uno de los asaltantes gritó para que salieran afuera los viajeros, el konei miró a Sagre

 

Quédate dentro y procura guardar silencio – le dijo – Si no te ven no te harán nada.

 

Y diciendo esto bajaron la familia konei y los yrteda, en seguida los ladrones empezaron a quitarles sus pertenencias, dejándoles solo la ropa que llevaban puesta, revisaron el equipaje y también cogieron cualquier cosa que tuviera algún mínimo valor

 

Dime perro – dijo uno de los ladrones dirigiéndose  al konei – ¿Queda alguien más dentro?

 

No, no queda nadie – respondió el hombre.

 

Si, si que queda – dijo el mayor de los yrtedas mientras miraba impotente como un ladrón manoseaba sus queridas joyas – Hay un niño humano dentro.

 

El ladrón que había formulado la pregunta miró al yrteda y luego al konei, y ordenó a otro de los ladrones asomarse dentro, este obedeció y vio a Sagre sentado dentro, con un semblante bastante tranquilo.

 

Aquí hay un niño como ha dicho el cerdo – dijo el ladrón que había visto al joven.

 

Pues sácalo fuera – le volvió a ordenar el ladrón – Y en cuanto a ti… – dijo mientras caminaba hacía el hombre konei.

 

Y levantando su espada le hizo un corte al konei desde el hombro derecho a la pierna izquierda, pasando por el corazón, que resultó dañado al paso de la hoja, el konei se cayó al suelo bocabajo, aterrizando en un charco de su propia sangre, no tardaría en morir anta la aterrorizada mirada de su mujer y su hija, que lloraban desconsoladas encima del konei.

 

Me temo niño que vas a tener que salir de ahí dentro o me vas a obligar a sacarte a la fuerza – dijo el ladrón que había descubierto a Sagre.

 

No tengo nada de valor – contestó Sagre.

 

Lo más valioso que tengo ahora mismo en mis manos es tu vida mocoso, así que sal antes de que decida que no mereces el privilegio de seguir poseyendo esa mercancía.

 

El iridiano salió a fuera y contempló la escena, a su izquierda el konei agonizando herido de muerto, su mujer e hijas llorando a su derecha un joven yrteda asustado ante la sangrienta escena y un yrteda adulto con una sonrisa de malicia en la cara y mirando fijamente a Sagre.

 

Aquí ya hemos acabado – dijo uno de los ladrones – Coged todo lo que hemos conseguido, también al niño humano, nos lo llevamos, podemos venderlo en algún sitio.

 

Y el ladrón que lo había sacado del vehículo cogió a Sagre por la muñeca e intentó tirar de él, pero el joven no se movía ni un milímetro, por mucho que el ladrón tirase, soltó al joven y se apartó de él un poco.

 

Como te dije antes tengo tu vida en mis manos y ahora decido voy a quedármela.

 

Y golpeó a Sagre con su espada en la cabeza, pero en lugar de herirle provocó que en el lugar donde el filo tocaba la cabeza del joven apareciese una película de colores irisados que se arremolinaban, como si una pompa de jabón cubriese al niño, la trayectoria de la mano del bandido siguió su curso, cosa que no puede decirse de la espada, que se partió en mil pedazos que salieron disparados, el ladrón no se dio cuanta de esto hasta que no tubo el mango de la espada a la altura del muslo, atónito miró a Sagre, que le devolvía una mirada cargada de ira, el yrteda mayor que había presenciado toda la escena y ansiaba un final distinto y mas funesto para Sagre no se pudo contener y se acercó al joven, utilizó un hechizo de disipación mágica, el cual anulaba todos los conjuros que tuviera activos una persona en aquel momento.

 

No se como pero este desgraciado ha conseguido que alguien le proteja con magia, seguramente le habrá dado pena a un imbécil, ahora no debería resultar un problema, adelante matadlo – Dijo el yrteda

 

Antes de que nadie pudiera reaccionar Sagre extendió sus alas plateadas, al hacerlo todo el mundo notó una gran irá, presa del pánico intentaron huir, pero nadie podía moverse, estaban petrificados del terror.

 

Que clase de ser eres tú que no solo permites que hagan daño a un niño sino que encima les ayudas a hacerlo, espeso que Iria sea benevolente contigo, puesto que yo no pienso serlo – Dijo Sagre con una voz profunda y con reverberación.

 

Y de repente, el mago yrteda estalló en un ruido tenue y corto convirtiéndose en una nube de polvo, que fue arrastrada por una oportuna brisa venida de quien sabe donde, al presenciar esto los ladrones huyeron a toda prisa hacia el interior del bosque, el miedo desapareció para las demás personas, lo que les hizo permanecer en el claro, mirando al joven iridiano con curiosidad, embargados de una extraña sensación de paz y bienestar.

Sagre se acercó al konei moribundo, le puso la mano encima de la herida, sin tocarle directamente la piel, justo encima del corazón, en su mano se formó una esfera verde claro, dentro de ella se movían unas manchas de color blanco, la esfera se deshizo gota a gota encima de la herida y la cubrió en su totalidad y de repente empezó a brillar en un tono blanco, al poco empezó a apagarse y mientras lo hacía se iba revelando que aquel extraño liquido verde salpicado de blanco se había convertido en nueva carne, sin cicatrices ni diferencia alguna con la carne original, solo se notaba el corte en las rasgadas vestiduras del konei, al que Sagre ayudó a levantarse, su mujer y su hija abrazaron emocionadas y entre lágrimas de júbilo al koeni, el joven yrteda y el conductor miraban la escena enternecidos.

Sagre plegó sus alas hacia delante, de manera que pudiera alcanzarlas con las manos fácilmente y arrancó cinco plumas, todas las plumas de sus alas se soltaron, volando al viento y desaparecieron emitiendo un destello plateado y haciéndose más pequeñas cada vez, cogió una de las cinco plumas que aún permanecían en su mano y se la entregó a la niña konei, depués hizo lo mismo con su madre, con su padre, con el conductor y con el yrteda.

 

Os voy a hacer un regalo, os permitirá burlar a la muerte una vez, solo una, no podéis dársela a nadie ni nadie os la puede quitar, dentro de poco desaparecerá, pero no significa que la hayáis perdido, seguirá custodiando vuestra vida os lo aseguro.

 

Y diciendo esto se parpadeó en su cuarto y rompió a llorar entre gritos de angustia, sus padres no tardaron en parpadearse a su lado, Sagre abrazó a su madre con toda la fuerza de que disponía.

 

He…he…he…mat…mata…matado…a…a…un…una…per…perso…persona.

 

Dijo mientras tartamudeaba debido a los llantos, Phenatos y Díadra se miraron, entonces ella cogió a Sagre del suelo y dejó que este se abrazase a su busto, ella caminó hasta la cama del joven y ambos se metieron bajo sus sábanas, entonces Díadra empezó a cantarle una nana para tranquilizarlo, poco a poco se fue calmando y presa del agotamiento cayó dormido

 

Creo que es mejor que me quede con él hasta que se despierte – Dijo Díadra

 

¿Podrías encargarte tú de vigilar a Megrez?

 

Claro que si cariño – Dijo Phenatos mientras besaba a su mujer – Yo me encargo de todo, espero que no afecte demasiado a Sagre.

 

Y salió despacio de la habitación y cerró la puerta con cuidado para no hacer ruido, mientras bajaba la escaleras pensó en la primera vez que mató a una persona y en el horror y la repugnancia que sintió de si mismo y deseó que Sagre pudiera pronto superar esos sentimientos.

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