Megrez, capítulo 14

Megrez, capítulo 14.

Megrez

Megrez

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Yans se mostró un poco reacio a entrenar a Megrez al principio: el joven estaba demasiado verde como para que él pudiera entrenarle. Pero Megrez no aceptaba la negativa y suplicó mucho. Entonces Yans pensó en ponerlo a prueba antes del verdadero entrenamiento, pero a Megrez le diría que aquello era el entrenamiento de verdad. Para ver cuánta es su motivación, no le diría qué tendría que hacer hasta que no tuviera que decírselo. La idea de Yans era ir aumentando la intensidad del entrenamiento sin previo aviso, modificar las condiciones del mismo sobre la marcha y someter a Megrez a mucha autoridad y hostilidad.

 

Despierta, es hora de empezar con tu entrenamiento. – Dijo Yans.

 

¿Tan pronto? – Murmuró Megrez Ni siquiera hay luz.

 

No necesitas luz para entrenarte. No te lo repito más, levanta. – Dijo Yans con autoridad.

 

Está bien – Dijo Megrez saliendo todo lo rápido que pudo de la cama – ¿Puedo desayunar?

 

 Puedes, pero tendrás que cazarlo tú mismo y sin ayuda. – Dijo Yans.

 

¿Y no puedo comer lo que haya hecho mi madre? – Preguntó Megrez.

 

No, y tienes una hora. Pasado ese tiempo, no te permitiré volver a comer nada hasta que a mí me apetezca. – Dijo Yans.

 

Sagre no tuvo un entrenamiento tan duro. – Se quejó Megrez.

 

Si Sagre hubiese entrenado conmigo a estas alturas sería casi tan fuerte como tus padres – Contestó Yans Y deja de perder el tiempo, te quedan cincuenta y ocho minutos.

 

Megrez quiso parpadearse en la isla de los dragones, pero algo le impedía hacerlo. Probó una vez más, y otra, pero era inútil, algo pasaba.

Una cosa más, he pensado que tal vez estarías tentado a hacer trampas, por lo que he bloqueado tu uso de Alones. Así te tomarás esto más en serio. – Dijo Yans.

 

Megrez estaba un poco desconcertado. Yans estaba siendo muy duro, puede que incluso cruel; pero él mismo se lo había pedido, así que no podía quejarse. Salió corriendo de casa y se dirigió al bosque. Pensó que podría cazar algún pequeño pájaro, o tal vez algún conejo. Pero la tarea no era fácil, sin sus Alones no podía ir tras los pájaros que alzaban el vuelo ni sorprender a los rápidos y escurridizos conejos. Frustrado y cansado decidió buscar alguna presa más fácil, pero entonces apareció Yans justo delante suyo.

 

Se te ha acabado del tiempo. Ni siquiera has podido atrapar una simple ardilla, eres patético. – Dijo Yans.

 

Sin mis alones no puedo hacer nada. – Dijo Megrez.

 

Eso no te hace menos patético – Dijo Yans¿Quieres mejorar realmente? Deja de quejarte y trabaja más duro.

 

Pero es que tengo hambre. – Se quejó Megrez.

 

Pues te aguantas. – Dijo Yans tajantemente – Mira, se me ocurre una cosa, te daré algo de comer si escalas una montaña antes de que se ponga el sol.

 

¿Qué montaña debo escalar? – Preguntó Megrez.

 

La más alta de Belmonte, El Pico de Darlasari. – Contestó Yans.

 

Pero esa montaña es altísima, no lo conseguiré, mucho menos solo. – Contestó Megrez.

 

Pues si no lo consigues no comerás – Contestó Yans Aunque no estarás solo, Heasse te acompañará, pero sólo para asegurarse de que no te matas intentándolo.

 

Eso no es justo. – Se quejó Megrez.

 

Pues vete acostumbrando, que en este mundo nada es justo – Dijo Yans Te sugiero dejes de hablar y guardes fuerzas para la escalada, las vas a necesitar.

 

Y diciendo esto Yans parpadeo a Megrez cerca de la montaña que tenía que escalar. Allí estaba Heasse.

 

Tengo la sensación de que todo esto va a ser muy duro y de que no vas a hacer nada para ayudarme. – Dijo Megrez.

 

Bien, parece que has agudizado la intuición. – Contestó Heasse.

 

¿Por qué hacéis esto?  – Preguntó Megrez.

 

Tú querías entrenarte duro y recuperar el tiempo perdido, nosotros sólo tratamos de ayudarte. Si crees que no puedes con esto…

 

¡Claro que puedo con esto! – Dijo Megrez interrumpiendo a Heasse Tal vez sea la única oportunidad que tenga para demostrarle a Yans que soy merecedor de su entrenamiento.

 

– ¡Así me gusta, con energía! Vamos, hagámoslo juntos. – Dijo Heasse.

 

Y los dos empezaron a escalar con las manos y sin ningún tipo de ayuda la escarpada y vertical pared de la montaña. Cualquier persona normal hubiera empezado a notar cansancio pronto, pero los Custodios poseen una resistencia extraordinaria. Sin embargo esta prueba no era de resistencia sino de perseverancia. Llevaban ya unas horas de continua escalada cuando a Heasse le vino a la mente una cosa.

 

Oye Megrez, ¿Puedo hacerte una pregunta? – Preguntó la iridiana.

 

¿Es sobre Sagre y Zhalón? – Preguntó Megrez.

 

¿Por qué te molesta que tu hermano salga con un chico? – Preguntó Heasse sin dar más rodeos sabiendo que Megrez ya sabía a dónde quería llegar.

 

No es que me moleste que salga con un chico, me molesta que esté con un humano. – Contestó Megrez.

 

¿Por qué? – Preguntó Heasse.

 

Porque es un mortal – Contestó Megrez Para cuando Zhalón muera Sagre apenas habrá llegado a su edad adulta, ¿Y entonces qué? ¿Se pasará el resto de su vida sufriendo por algo que no pudo ser desde el principio?

 

¿Has pensando que a lo mejor ellos son felices aun sabiendo que su amor es efímero? – Preguntó Heasse.

 

Si lo saben y son conscientes de ello, entonces son idiotas. Es exponerse a sufrir por nada. – Contestó Megrez.

 

Me parece que no estás en condición de entender lo que es el amor y cómo funciona. – Dijo Heasse.

 

El amor no puede nacer entre dos personas tan distintas. Es como si un lobo se enamorase de una rosa: por muy bella que sea la flor el lobo sabe que durará semanas, meses como mucho. Luego se marchitará y morirá. – Dijo Megrez.

 

¿Acaso crees que es decisión del lobo enamorarse? – Preguntó Heasse ¿Te crees que tiene otra elección?¿Lo crees de verdad? – Preguntó Heasse algo ofendida.

 

Megrez empezó a pensar que tal vez Heasse tenía razón: que su hermano no podía decidir sobre sus sentimientos, que tal vez nadie puede. Lo cual le llevó a preguntarse, ¿Estaba él enamorado de Heasse? La respuesta fue clara: no. ¿Estaba enamorada Heasse de él? Perdidamente. ¿Por qué entonces no era él capaz de amarla si estaba destinado a ello? ¿Por que seguía Heasse junto a él aún sabiendo que no le quería como ella lo hacía?¿Acaso tenía la esperanza de que se acabase enamorando igual que ella se había enamorado de él?

 

Estoy contigo porque sé que me amarás cuando estés listo para hacerlo – Dijo Heasse Te espero porque lo necesitas y lo mereces.

 

¿Me estabas leyendo el pensamiento? – Preguntó Megrez algo sonrojado.

 

No, sólo te escuchaba, estabas murmurando en voz alta. – Contestó Heasse con una voz muy dulce.

 

Aunque un poco de sopetón y de una forma inesperada Megrez recibió la respuesta que estaba buscando. Por algún motivo él aún no estaba en condiciones de amar a Heasse: aquello lo disgustaba, puesto que ahora sabía que ella estaba dispuesto a esperarle el tiempo que hiciese falta. Sentía un poco de rabia e impotencia por no ser capaz de quererla más allá de una amistad, más cuando Heasse lo amaba a él con todo su corazón. Los dos se quedaron en silencio mientras ascendían.

 

Llegó la tarde y aún seguían escalando: la montaña parecía no tener fin. Los dos custodios comenzaban a acusar el cansancio. Megrez se negaba a rendirse tan pronto, y pese a estar hambriento y cansado comenzó a escalar la montaña con mayor rapidez, empujado por una fuerte determinación y unas ansias de culminar con su propósito. Y también por comer algo.

 

Subían y subían, mientras el sol bajaba y bajaba, daba la sensación de que cada vez más aprisa. De repente vislumbraron la cima, a menos de trescientos metros: pero apenas faltaban unos minutos para la puesta del sol. Megrez escalaba todo lo rápido que podía: respiraba con dificultad, jadeando; le dolían los brazos y las piernas, pero no se detuvo. Subía y subía, seguido por Heasse de cerca, la cual lo estaba pasando tan mal como él.

 

Mientras el sol empezaba a perderse en el horizonte Megrez puso sus manos en el borde de la montaña, y asomo su cabeza: aquello era el final. Haciendo un último y titánico esfuerzo logró llegar arriba, unos segundos antes de que el sol desapareciese del todo. Heasse llegó después. Ambos se quedaron tumbados bocarriba, respirando profundamente, agotados, con las extremidades adormecidas y doloridas.

 

Yans apareció en la cima, se acercó a Megrez y dejó encima de su pecho una hogaza de pan y un gran trozo de cecina de vaca.

 

Toma, te lo has ganado, mañana empezaremos con el entrenamiento de verdad. – Dijo el lobo boreal.

 

¿No vas a dar nada a Heasse? – Preguntó Megrez.

 

No, ella ha llegado tras la puesta de sol. No hay recompensa para los perdedores. – Dijo Yans.

 

Pero si han sido sólo unos segundos. – Se quejó Megrez.

 

En un combate unos segundos pueden suponer la diferencia entre la vida y la muerte, no lo olvides. – Dijo Yans.

 

Pues voy a darle la mitad a ella, se la merece. – Contestó Megrez.

 

Gracias. – Dijo Heasse.

 

Y entonces ambos compartieron en pan y la cecina, mientras trataban de descansar un poco. Yans se sentó junto a ellos.

 

Espero que entiendas que todo esto lo he hecho para probar tu fuerza de voluntad. – Dijo Yans.

 

 Lo sé, he imaginado que ese era el propósito. – Respondió Megrez.

 

No obstante tienes que tener en cuenta que esto no será nada comparado con el entrenamiento real. Puede que no sea tan duro con mis palabras, pero te aseguro que va a ser física y mentalmente agotador. – Dijo Yans.

 

Lo supongo, y te agradezco que quieras entrenarme. – Respondió Megrez.

 

Yo también te doy las gracias. – Dijo Heasse.

 

Entonces Yans hizo aparecer más comida para los dos iridianos.

 

No tiene sentido que ahora os muráis de hambre, mataros de inanición nunca ha sido mi intención. Además, con el estómago lleno se esfuerzan mejor las personas. – Dijo Yans.

 

Megrez y Heasse cogieron agradecidos la comida, le ofrecieron un poco a Yans, este la con ellos sonriendo. La voz de su mujer apareció en su cabeza.

 

«Pensaba que ibas a ser más duro con ellos.» – Le dijo Sádar mentalmente.

 

«He sido duro.» – Le contestó Yans.

 

«No, te has ablandado» – Dijo Sádar «Has querido ser duro, pero no has podido.»

 

«Sólo son unos críos. Sádar. No querrás que los destroce ¿Verdad?« – Dijo Yans.

 

«No, sólo quiero que seas consciente de lo ligado que te sientes a ellos.» – Contestó Sádar.

 

«¿A qué te refieres?» – Preguntó Yans.

 

«No te hagas el idiota, los quieres, y lo sabes. Se te ha partido el alma sintiendo como padecían hambre, sed, dolor y cansancio. – Contestó Sádar.

 

«Sí, ¿Y qué? ¿Es malo que los tenga cariño? « Respondió Yans poniéndose a la defensiva.

 

«En absoluto, pero la próxima vez, antes de hacerlos eso y de hacértelo a ti, escucha a tu corazón y decide qué es lo mejor para todos. « – Dijo Sádar.

 

«¿Escuchar a mi corazón? « – Preguntó Yans incrédulo – «Soy un guerrero, no sé por quién me tomas… «

 

«¿Y tú?¿Por quién me tomas a mi? « – Preguntó Sádar «¿Acaso estás intentando convencerme de cómo eres? Te conozco perfectamente, llevo milenios a tu lado. «

 

Yans sabía que Sádar tenía razón: por mucho que lo negase Yans era extremadamente bondadoso. Algo que algunos veían como un defecto, puesto que nunca había matado a ningún rival que no lo hubiera merecido de verdad. Él siempre pensó que una derrota no merece ser castigada con la muerte, salvo en personas que se nieguen a aceptar que han perdido y pidan a gritos una muestra clara y aplastante de superioridad: con esas personas no tenía miramientos, los mataba de forma rápida y clínica, sin ensuciarse ni emplear más energía que la necesaria.

 

Para los amigos de Yans su buen corazón era lo que más apreciaban de él. Ninguno dudaba de él, sabían que se podía contar para lo que fuera, que era digno de toda su confianza; jamás los traicionaría, por nada en el mundo.

 

Para Sádar la dulzura que Yans era capaz de expresar era maravillosa. Recordaba con ternura cada una de las frases bonitas que la dedicaba, cada uno de los sonetos que improvisaba para ella inspirándose en los sentimientos que sentía; y sobretodo le encantaba el hecho de que sólo ella pudiera ser única testigo de aquello, puesto que para Yans nadie más merecía escuchar aquellas palabras ni demostraciones de amor que Sádar.

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