El imbécil (parte 3 de 5)

Buenos días Personas, otra entrada más sobre «el imbécil».

¿Qué tal va la lectura del relato? ¿Os gustó la perte del sábado? Pues aquí tenéis la continuación:

 

—¿Qué quieres decir? —Pregunté con un hilo de voz y la esperanza de que hubiera oído mal o de que «pareja» se refiriera a otra cosa.

 

—Los tres estábamos enamorados entre nosotros —dijo Pablo después de soltar un corto suspiro—, vivíamos juntos y hacíamos cosas de pareja los tres, nunca lo ocultamos.

 

—¿Cómo surgió eso? —Pregunté sin estar seguro de querer saber la respuesta.

 

—Verás, cuando nosotros entramos en el Ministerio todo aquello era muy diferente, el Ministerio era una entidad muy antigua y como tal tenía algunas formas de proceder también muy antiguas, los exámenes de admisión eran una de ellas, muy duros a mi parecer. —dijo Pablo.

 

—¿Cómo de duros? —Pregunté para hacerle patente que seguía escuchándolo.

 

—Te ponían en grupos de cinco y te mandaban lejos a sobrevivir en condiciones extremas durante dos meses —respondió Pablo—, si sobrevivías te entrenaban si te rendías, bueno, te relegaban a trabajo administrativo o si eras bueno en curación te mandaban a la unidad médica.

 

—Suena muy duro, ¿No te dejaban volver a intentarlo? —Pregunté.

 

—No, te tocaba joderte y desperdiciar tu talento —respondió Pablo—, ¿Sabes cuánta gente con mucho potencial para el combate no sabría sobrevivir ni dos días? Aquellas pruebas sólo servían para ver lo duro de matar que eras y lo que estabas dispuesto a hacer para sobrevivir, no servían de una mierda, dos años después de que las hiciéramos nosotros las cambiaron al modelo que tu conoces.

 

—Primero te enseñan y luego te ponen a prueba, si fallas puedes volver a intentarlo —le respondí a Pablo.

 

—Exacto, un modelo mucho más efectivo, se miden muchas más capacidades y no te tira a la basura por tener un mal día —dijo Pablo—, la cuestión es que allí estábamos nosotros tres, no sé en qué desierto, nuestros otros dos compañeros se habían negado a venir, ellos ya querían un trabajo de meatinteros, así que ni lo intentaron.

 

—Ya claro, si el premio de consolación ya les venía al pelo para qué esforzarse —intervine.

 

—El caso es que, no sé si has estado nunca en un desierto, pero todo el calor que hace de día se vuelve en frío de noche, temperaturas bajo cero, no teníamos ni tienda de campaña, ni provisiones, ni agua, ni herramientas —continuó Pablo—, tu madre hizo fuego y lo mantuvo, tu padre se arrancó un dedo y nos dijo que nos lo comiéramos…

 

—¡¿Cómo?! —Pregunté sorprendido y sin ponérmelo creer—, ¡¿En serio hizo eso?!

 

—Sí, un chaval que no conocíamos de nada, se arrancó un dedo y nos lo ofreció, llevábamos todo el día sin comer, antes de que nos diéramos cuenta le había vuelvo a crecer otro dedo, se arrancó uno más y también nos lo ofreció —siguió Pablo con la historia.

 

—¿Y os lo comisteis? —Pregunté lleno de curiosidad.

 

—¿Tú te comerías el dedo de alguien que puede regenerar sus miembros?  —Preguntó Pablo.

 

—No, supongo que no —respondí.

 

—Pues nosotros tampoco, aquella noche no —dijo Pablo—, a la mañana siguiente utilizamos el fuego que creó tu madre para cocinar los dedos de tu padre, así nos asegurábamos de no se iba a regenerar dentro de nuestro estómago.

 

—¿Mi padre no comió nada? —Pregunté.

 

—Tu padre era inmune al hambre, a la sed y a las heridas —contestó Pablo—, podría haber aguantado años antes de necesitar comer realmente.

 

—¿Y cómo murió entonces? —Pregunté.

 

—Aquel espectro anuló sus poderes —dijo Pablo con un deje de tristeza en la voz—, cada herida que provocaba en tu padre se quedaba allí, aquello nos desconcertó a todos, para tu padre el golpe fue doble, nunca había sangrado, nunca había sentido verdadero dolor.

 

—Debió de ser  un combate muy duro —respondí.

 

—Lo fue, pero ha pasado mucho tiempo desde entonces —respondió Pablo—, tus padres y yo hemos estado muy unidos desde que nos conocimos en el examen de ingreso en el ministerio.

 

—¿Y qué pasó entonces? —Pregunté con verdadera curiosidad

 

—Que tu madre se quedó embarazada de ti y yo no soy la clase de personas que le gustan los niños, así que me hice a un lado, tus padres se casaron, para alegría de todos y dejamos nuestra relación en amistad —Contestó Pablo.

 

—¿Pero tú te volviste a casar no? —Pregunté al recordar vagamente ese hecho y ver un anillo en su dedo.

 

—Oh sí —contestó Pablo levantando su mano izquierda y girándola al mismo tiempo que miraba su anillo—, Marc se convirtió en mi marido en 2005, es una persona normal, no es como nosotros.

 

—Así que estás casado con un hombre, nunca me lo habías dicho —respondí.

 

—Tampoco me lo has preguntado —dijo Pablo—, la única gran mujer que he amado nunca ha sido tu madre y desde que conocí a Marc él ha sido el gran hombre de mi vida.

 

—Dime una cosa —dije dando un sorbo a mi café—, ¿Hay alguna posibilidad de que seas mi padre?

 

—Ninguna —respondió Pablo—, cuándo tú naciste los test de paternidad ya estaban inventados, además, tienes los ojos azules, algo que no podrías tener si fueras mi hijo, genes dominantes y esas cosas.

 

—De modo que yo jodí vuestra relación  —dije—, debes de estar ligeramente cabreado conmigo.

 

—Para nada —contestó Pablo—, tú sencillamente llegaste de repente, si hubiéramos querido seguir juntos lo hubiéramos hecho, tu nacimiento solo aceleró una decisión que ya estaba en la mente de todos.

 

—Comprendo —respondí.

 

Luego hubo un silencio que aunque no era incómodo no dejaba de ser inoportuno.

 

—Anoche vi a un espectro —dije rompiendo el silencio.

 

—¿De qué tipo? —Preguntó Pablo.

 

—De los azules y sin trasparencias —respondí.

 

Pablo se quedó mirándome boquiabierto.

 

—Capullo, no hagas esas bromas —dijo Pablo dándome un considerable puñetazo en el brazo—, por poco me lo trago.

 

—Es verdad —respondí frotándome con la mano el lugar dónde me había golpeado—, estaba en el sótano de la tienda dónde trabajo.

 

—Mira, toda broma tiene un límite —dijo Pablo con tono severo—, es imposible que hayas visto uno azul.

 

—Pero si es cierto, ¿Por qué dices que es imposible?

 

—Es peor espectro de que se ha tenido constancia ha sido uno rojo,  bastante translucido, sólo tenía las garras tangibles, unas garras rosa chicle, las mismas garras que mataron a tus padres y a cuatro personas más —respondió Pablo—, esas garras de color ridículo y de aspecto inofensivo mataron a seis personas y me hirieron de gravedad a mí.

 

—Léeme la mente si no me crees —respondí alzando la voz.

 

Pablo me miró unos instantes, parecía que quería reprochar, pero debió de notar que estaba demasiado convencido de lo que decía, luego me miró más fijamente, noté como quería mirar mis recuerdos y le dejé hacerlo. De repente su boca se desencajó y su rostro palideció de golpe, abrió los ojos como platos y su pupila se tornó tan fina como la punta de un alfiler, no cabía duda: estaba viendo al mismo espectro que yo vi anoche y al igual que yo recibió el terror que emanaba aquel ser.

 

—¡Cielo santo! —exclamó Pablo casi sin aliento—, ¡Era cierto! ¡Has visto un espectro azul de verdad! ¡Y qué pedazo de garras! ¡Es un milagro que sigas vivo!

 

—Lo sé, a mi también se me pusieron los cojones de corbata —respondí.

 

—¡Camarero! —Exclamó Pablo llamando al chico que limpiaba la mesa de nuestro lado—, tráigame la mejor botella de whisky que tengan y dos vasos, por favor.

 

—Señor son las ocho de la mañana —respondió el camarero mirando el reloj de su muñeca—, ¿No cree que es un poco pronto para empezar a beber?

 

Pablo miró fijamente a los ojos del camarero y noté como manipulaba su mente, el camarero se giró y entro al bar, al momento el camarero volvió con la botella y los dos vasos, lo dejó todo en nuestra mesa sin decir nada y luego volvió a la tarea de limpiar la mesa.

 

—No deberías hacerle eso a la gente —le espeté a Pablo—, luego os extraña que nos tengan miedo.

 

—Él no debería cuestionar los pedidos de sus clientes —respondió Pablo bebiéndose de un trago el vaso de whisky y volviéndoselo a llenar hasta arriba—, además me hacía mucha falta, por poco me cago encima cuando he visto al espectro en tu recuerdo.

 

—Dímelo a mí —respondí—, en cuánto fiche salí de allí mediante teletransporte.

 

—Quizás no debiste hacerlo —advirtió Pablo.

 

—¿Qué quieres decir? —Pregunté.

 

—No sabemos gran cosa de los espectros  —respondió Pablo—, si te teletransportaste a casa es probable que es espectro pueda seguir tu rastro y atacarte allí mientras duermes, debiste saltar a varios sitios antes de ir a tu casa.

 

—No lo pensé, tuve miedo y lo hice casi por instinto —respondí.

 

—Tal vez deberías quedarte a dormir en mi casa, sólo hasta que comprobemos si tu casa es un lugar seguro —dijo Pablo.

 

—¿Y no os molestaré a ti y a Marc? —Pregunté—,No quisiera importunaros.

 

—No molestarás —respondió Pablo— nuestra casa tiene varias plantas, cada una de ellas tiene dormitorios, baños y cocina, están pensados para ser independientes, ni siquiera notaremos que estás allí.

 

—Vaya, sí que vives bien, debe de haberos costado un riñón —respondí.

 

—No creas —respondió Pablo—, el ministerio sabía cuidar muy bien a sus miembros, en especial aquellos que ostentábamos un gran cargo.

 

—¿No te afectó su disolución? —Pregunté.

 

—No, no negativamente —respondió Pablo—, me mantuvieron el sueldo y además me dieron una indemnización por despedirme.

 

—Joder y yo vivo en un zulo carísimo y tengo que trabajar rodeado de mierdas sobrenaturales que cuándo no intentan joderme lo que quieren es matarme —respondí asqueado.

 

—Justo de eso quería hablarte —dijo Pablo.

 

—¿De mi vida de mierda? —Pregunté con sarcasmo.

—Más o menos —contestó Pablo entre risas—, pero en voz alta no, mentalmente.

 

—De acuerdo —respondí.

 

—»Un grupo de antiguos miembros estamos reuniendo gente del ministerio» —dijo Pablo en mi mente—, «pretendemos dar un golpe de estado».

 

—»Eso suena muy jodido, ¿Y las represalias?» —respondí mentalmente.

 

—»¿Qué nos van a hacer? La gente corriente no puede con nosotros, ni con un ejército, ni armas, ni tanques» —respondió Pablo en mi cabeza.

 

—»¿Y el resto de Europa» —Pensé—, «Ya cerraron el ministerio, ¿Te crees que se quedaría sin hacer nada».

 

—»La situación de los nuestros en el resto del mundo no es mucho mejor que aquí» —dijo la voz de Pablo en mis pensamientos—, «he hablado con varias personas y están dispuestas a organizar golpes de estado simultáneos, tomaremos el control de los gobiernos a la vez».

 

—»¿Y después?» —Pensé—, «¿Qué pasará cuando tengamos al mundo sometido?»

 

—»Trabajaremos por un futuro mejor para todos, seres capaces y seres corriente, un futuro sin miedo, sin rencor y sin recelos, dónde nadie tenga que esconderse o ser ciudadano de segunda» —dijo Pablo mientras saboreaba su tercer vaso de whiskey.

 

—»Eso suena muy bonito, pero también utópico» —respondí en mi cabeza—, «¿Cómo piensas llevarlo a cabo? ¿Vas a controlar las mentes de todas las personas para que nos acepten»

 

—»No, vamos a tomar el poder, vamos a defendernos y cuando pierdan, porque perderán, vamos a tenderles una ofrenda de paz, con unas condiciones concretas» —sonó Pablo en mi cabeza—, «esas condiciones asegurarán un futuro para todos, en ese momento empezaremos a hacer desde cero las cosas, junto a ellos, en lugar de aceptar un sistema que nos oculta cuando no nos quiere y nos llama cuando nos necesita»

 

—»Cuenta conmigo» —respondí mentalmente—, «pero quiero que se derrame la menor sangre posible, quiero que se les ofrezca una rendición pacífica, se busque a aquellos que se rindan y se les proteja, que no se les obligue a tomar parte en una lucha de la que no quieren saber nada».

 

—»Esa era nuestra idea desde el principio» —respondió Pablo mentalmente—, «ahora sigue con tu vida normal, no hables con nadie de esto, ¿Entendido?

 

—»¿Me cuentas algo tan gordo como es un golpe de estado y pretendes que me quede como si nada?» —Pregunté en mi cabeza—, «¿Crees que me voy a quedar tan tranquilo como si me hubieras dicho que ha ganado el Getafe?

 

—»Sé que este asunto no deja indiferente» —respondió Pablo en mi cabeza—, «y sé también que tienes muchísimas preguntas, pero trata de mantener la calma, y repito, no se lo cuentas a nadie, ¿Queda claro?»

 

—»Clarísimo» —conteste en mi cabeza, haciendo un gran esfuerzo por reprimir mis deseos de partirle la cara por decirme algo tan grave y luego dejar del tema de golpe.

 

—Oh y  por favor —dijo Pablo—, procura que no te mate el espectro en esa juguetería, no me gustaría perderte a ti también.

 

—Procuraré cuidarme —respondí— aunque hay algo que no me has contado, ¿Cómo derrotasteis al espectro que mató a mis padres?

 

—No lo hicimos —respondió Pablo—, quedé inconsciente y cuándo me desperté ya estaba en un hospital del ministerio, el resto de la historia ya la sabes: el funeral, las medallas al valor, tu adopción por parte del ministerio y tu ingreso en el internado de formación gestionado por el Ministerio.

 

—¿Entonces el espectro que mató a mis padres sigue vivo? —Pregunté.

 

—Eso me temo —respondió Pablo.

 

—¿Crees que puede ser el que vi en el sótano de la juguetería dónde trabajo?  —Pregunté.

 

—No tengo ni la menor idea —respondió Pablo—, pero yo de ti no bajaría allí más.

 

—No puedo hacer eso —respondí—, la máquina de fichar se encuentra en se sótano, también están allí el almacén y el taller de reparación.

 

—En ese caso ve con cuidado —respondió Pablo apurando su tercer vaso de whiskey.

 

—Lo tendré —contesté—, y tú deberías vigilar con el alcohol, a este paso vas a terminarte la botella.

 

—Lo que tenga que pasar, pasará —respondió Pablo llenando su cuarto vaso.

 

—Al menos tengo la certeza de que no te vas a beber un litro de whiskey —dije.

 

—No, las botellas son de de setecientos cincuenta mililitros —respondió Pablo haciendo patente que había entendido a lo que me refería.

 

—Creo que casi media botella ya es suficiente por ahora —dije.

 

—Creo que tienes razón —respondió Pablo cerrando la botella enroscando su tapón—, por ahora es suficiente.

 

Y los dos nos quedamos en silencio, acabándonos yo mi croissant y el su mini bocadillo. No necesitábamos decirnos nada más. Mondadientes seguía distraído con las palomas, de vez en cuando nos miraba, observando nuestro silencio, cuando se aburría de nosotros volvía a las palomas, a las que se habían añadido algunos gorriones. Pablo insistió en invitarme, cosa que acepté después de no resistirme demasiado, había quedado con Rosa para comer ese mismo día y minimizar los gastos haría bien a mi cuenta corriente. La comida con ella fue genial, ella dijo de invitarme, yo dije que la invitaba yo, al final cada uno pagó lo que había comido el otro, aunque dado el tipo de restaurante la cantidad de la cuenta era exactamente la misma. Llegó la tarde y mi turno en la juguetería. A las siete el lugar se quedó vacío como de costumbre, aunque esta vez también se había marchado todo ser sobrenatural, lo que me resultó extraño.