Sagre, capítulo 5

Sagre, capítulo 5.

Sagre

Sagre

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Tardó unos días en entender que su hermano y Heasse estaban enamorados y comenzando una relación. Le preguntó a sus padres, los cuales trataron de explicarle lo mejor que pudieron qué era el amor, pero el joven iridiano no se hacía a la idea de qué era exactamente. Había visto a sus padres y a otras personas expresarse mutuamente cariño; cada persona tenía diversas formas de mostrar afecto, no todas esas muestras de afecto eran iguales ni todas tenían el mismo grado de implicación y significado. A veces las personas se daban abrazos: Sagre había visto abrazarse a parejas, hermanos, amigos e incluso a conocidos. Luego estaban los besos, también la gente que se daba abrazos se daba besos, pero había un tipo de beso que el joven iridiano solo había visto hacerse a persona con una relación muy estrecha, tan estrecha como la de sus padres, por lo que entendía que no todo el mundo se merece el mismo afecto ni es normal demostrar el mismo grado de cariño por todo el mundo. Una marabunta de dudas hizo semilla en su mente, ¿Qué debía hacer si quería demostrarle a alguien que sentía por él el mismo afecto que tienen entre si sus padre? ¿Debía besarlo?¿Estaba eso permitido? ¿O acaso los besos solo se dan cuando el afecto ya ha quedado claro por parte de ambas personas? ¿Había un ritual o forma correcta de mostrar los sentimientos hacía otra persona? ¿Y si la otra persona no sentía lo mismo? ¿Tenía derecho a negarse a dar afecto o estaba obligado a corresponder de mala gana sabiendo el afecto que tiene la otra persona por él?¿Hay una forma correcta de rechazarse a dar afecta? ¿Puede ser posible llegar a un acuerdo afectivo?

 

Mientras más y más preguntas se formulaban en su cabeza a Sagre le llegó la hora de irse a la cama, al hacerlo, arropado por el silencio y la oscuridad las preguntas empezaron a formarse más fuerte y más rápido en su mente, hasta que finalmente cayó dormido, agotado de tanto pensar y darle vueltas al asunto amoroso-afectivo.

Su sueño no parecía realmente un sueño, o al menos no de los que él solía tener, se encontraba sobre un sendero hecho de roca marrón, nubes violetas lo rodeaban todo, el aire era seco y cálido, cargado de electricidad estática, de las nubes caían continuamente rayos púrpuras, sin descanso, por todas partes, sin embargo los rayos no hacían ningún ruido, por muy cerca que cayeran, era como si fuesen una manifestación de algo muy poderoso que al serlo tanto no precisa de ruido ni de violencia para demostrarlo, Sagre se sentía muy a gusto en aquel lugar, como si no fuese un lugar extraño para él, algo muy parecido a su hogar, sin serlo realmente.

Caminó por el sendero de roca, acompañado por el destello púrpura de los relámpagos, en aquel lugar no había nada más, a parte del sendero, el horizonte era una delgada línea púrpura, que separaba dos grandes nubes, mirarse dónde mirare era todo lo que veía, nubes cerca, nubes lejos, nubes en el cielo y nubes a los bordes del pétreo sendero, dio una patada a una piedra para arrojarla por el límite del sendero hacía la nube, la piedra la atravesó, el iridiano espero, espero mucho, muchísimo, demasiado, pero no escuchó ningún sonido proveniente de la roca, que indicase el impacto contra el suelo, volvió a arrojar otra piedra, pero esta vez la dejó caer para que rozase la pared de roca, la piedra cayó y fue picando contra la roca, cada vez costaba más de oír el repicar de la piedra en su caída, finalmente dejó de oírse, al menos ahora Sagre tenía una idea de lo alta que era la roca que formaba aquel sendero, en el cual, por alguna misteriosa razón, no caían rayos, pero sólo en el sendero, por debajo de las nubes se podía ver algún rayo impactar contra la pared de roca, dado que no tenía muchas opciones, siguió el sendero en la única dirección que este tomaba, al ir caminando el joven iridiano empezó a ver que el sendero se ensanchaba, convirtiéndose en un pequeña explanada, dónde crecían algunas plantas azules y violetas, empezó a ver también a algunos pequeños lagartos del mismo color, cuando dos o más de estas criaturas estaban cerca entre ellas surgía un rayo, en forma de arco, originado en la cabeza, espalda o cola, parecía que lejos de molestarles a estos lagartos les gustaba juntarse en grupos y dejar que los rayos bailasen en sus espaldas, haciendo un ruido zumbante que se hacía más fuerte cuando aumentaba el número de lagartos, siguió avanzando por la explanada hasta que se ante él se abrió una gran extensión toda cubierta por bosques de árboles con colores que iban del morado oscuro hasta el azul claro, Sagre se paró a mirar un momento el sitio que le rodeaba, todo parecía estar en una perfecta armonía, los colores del cielo, la tierra, las plantas, las nubes y los animales guardaba una relación y estaba en sinfonía, el lugar en que ahora se encontraba no tenía nada que ver con el páramo desierto y desolado en el que había empezado, ahora era todo un hervidero de vida, las nubes seguían emitiendo rayos sin cesar, pero ya no eran prácticamente el único elemento del paisaje, más bien habían pasado a un segundo plano, sin variar para nada el extraño silencio de los rayos.

Sagre se sentó apoyando su espalda en la morada corteza de un alto árbol, en cuyas violetas ramas crecían hojas azules y unos frutos del tamaño de una gran naranja, de color malva algunos, azul pálido otros, observándolos mejor el iridiano dedujo que cuando esos frutos son azules y que según van madurando toman el color malva, una vez maduro el fruto despedía un olor dulce y ácido, algunos pájaros de cuerpo gris y con el cuello y alas morados picoteaban estos frutos.

Sin que Sagre se diera cuenta un hermoso toro blanco de pelo largo y seis cuernos morados se acercó a él, miró al iridiano, se acercó más y se tumbó al lado del joven, Sagre acarició el lomo del toro, su pelaje esa extremadamente suave, como si estuviese hecho de la más preciosa seda, su piel poseía cierta refracción, de modo que se teñía ligeramente de violeta con cada rayo, el astado apoyó la cabeza en la pierna de Sagre.

 

Debes de estarte preguntando qué es este sitio y que haces aquí, ¿Verdad? – Dijo el toro.

 

Lo cierto es que hace bastante qué me lo pregunto – Contestó Sagre – Pero hasta ahora no había encontrado nadie a quien pudiera formularle mis preguntas.

 

Todas las criaturas que aquí habitan poseen raciocinio, inteligencia y capacidad para comunicarse – Dijo el toro – Cualquiera de ellas te hubiera escuchado y ayudado.

 

Entonces son similares a Yans – Dijo Sagre.

 

No conozco a ese tal Yans del que hablas, ¿Es algún tipo de animal? – Preguntó el toro.

 

Es un lobo boreal – Contestó el iridiano

 

Ya veo, los lobos boreales son los emisarios de la Diosa Vhar, ¿Tienes la dote de Luna? – Preguntó el toro.

 

No, mis dotes son las de Orden y Vida, aunque el Yans está más ligado a mi hermano que a mí – Contestó Sagre.

 

Entonces es tu hermano quien tiene la dote de Luna – Afirmo el toro.

 

No, mi hermano tiene las dotes de Caos y Muerte – Contestó Sagre.

 

Curioso – dijo el toro tras un largo silencio – ¿Tu hermano es mayor o menor que tú?

 

Somos gemelos – Contestó Sagre.

 

Curioso – volvió a decir el toro y se quedó en silencio, dejando que Sagre acariciase su lomo.

 

¿Pero dónde estoy? – Preguntó Sagre ¿Y qué se supone que tengo que hacer aquí?

 

Tus preguntas hallarán pronto respuesta, ahora limítate a dejarte llevar por la calma de este lugar… – Contestó el toro.

 

Sagre quiso replicar, pero enseguida perdió las ganas de hacer, siguió acariciando el lomo que aquel manso animal, no tardaron mucho en quedarse ambos dormidos, recostados el uno sobre el otro.

 

Al rato apareció una mujer, miró a Sagre, luego al toro y se sentó junto a la dormida pareja, al hacerlo despertó a Sagre.

 

Perdona, no quería despertarte – Dijo la mujer – Aunque lo cierto es que necesito hablar contigo.

 

¿Quién eres? – Preguntó el iridiano – ¿Cuál es tu nombre?

 

Mi nombre no tiene relevancia, soy una emisaria de Iria, ella me envía a hablar contigo – Contestó la mujer.

 

¿Es por eso por lo que estoy aquí? – Preguntó Sagre¿Iria quiere algo de mí?

 

En efecto Sagre, ella te ha estado observando, desde que nacisteis, el hecho de que Megrez y tú fueseis gemelos no le pasó desapercibido – Dijo la mujer con una sonrisa.

 

¿Pero qué puede querer Iria de mí? – Contestó el iridiano – Hay muchos Iridianos infinitamente más poderosos que yo, solo soy un niño.

 

Este asunto no tiene nada que ver con el poder, Iria no es la única que se ha fijado en ti, has llamado la atención de otros Dioses con tus acciones, han decidido que puedes serles útil – Dijo la mujer sin dejar de sonreír.

 

¿Yo, útil, para qué? – Preguntó Sagre.

 

– A raíz de tus acciones la gente ha empezado a creer más fuertemente en los Dioses, ha sido algo en un lugar muy concreto, pero lo suficiente como para que los Dioses noten que se les venera con más fuerza, lo que quieren es que aumentes la devoción de la gente aún más. – Dijo la mujer.

 

¿Cómo quieren que lo haga exactamente? – Preguntó Sagre.

 

Ellos ya han podido notar que beneficios obtienen de su veneración, ahora los Dioses quieren que les ofrezcas un pacto más estrecho, algo directo entre las personas y los Dioses, un pacto estrecho entre unos pocos, una relación casi de tú a tú. – Contestó la mujer.

 

¿Y cómo puedo ofrecerles algo así? – Preguntó Sagre Eso escapa a mis capacidades, ni siquiera yo soy capaz de hablar con Iria, mucho menos directamente, ya no me imagino si tuviera que hacerlo con otros Dioses…

 

Realmente lo único que tienes que hacer es transmitir el mensaje, diles que quien busca mayor cercanía con su Dios podrá lograrla si es digno de ella, solo eso, cada Dios ya se ocupará de sus creyentes, solo se te pide que le digas a la gente que tienen esa posibilidad si la desean. – Contestó la mujer.

 

Entonces solo debo transmitir el mensaje, si es así no va a resultar una tarea tan difícil. – Dijo Sagre.

 

No – Dijo la mujer – No lo será, de hecho es bien simple.

 

Tienes razón – Contestó Sagre, sonriendo también – ¿Puedo hacerte una pregunta?

 

Por supuesto – Dijo la mujer – ¿De qué se trata?

 

¿Dónde estoy? – Preguntó SagreHace mucho rato que me lo pregunto.

 

Oh, claro, no estás familiarizado con en plano del rayo, en este lugar habitan toda clase de seres afines al rayo, los custodios de Iria en cierta manera también lo sois, así que este lugar es por así decirlo dónde todo ser eléctrico puede sentirse seguro y a salvo.

 

Por eso no dejaba de ver criaturas eléctricas – Dijo el iridiano – ¿Y este toro?

 

Él es un emisario de Iria, es un toro centella, su nombre es Zuso, es muy dócil para ser un toro centella, sin embargo los otros toros le temen y le respetan. – Dijo la mujer.

 

¿Hay otro toros? – Preguntó Sagre¿Cómo son?

 

Bueno, hay muchísimos toros y vacas centella, manadas enteras, aunque ninguno es tan grande, fuerte y bello, ni por supuesto tienen tres pares de cuernos como él. – Contestó la mujer.

 

Tal vez sea por eso que es tan dócil, no necesita demostrar que es fuerte, los otros toros lo saben y punto, algo así como estos rayos silenciosos que caen continuamente. – Dijo Sagre.

 

Nunca había parado a pensar que fuera por eso, pero tiene mucho sentido. – Dijo la mujer – Debes de irte ya, siento decírtelo así tan de repente, pero pronto despertarás y tienes una tarea que cumplir.

 

¿Volveremos a vernos? – Preguntó Sagre

 

Pero su pregunta quedó sin respuesta, notó que estaba en su cama, el sol entraba por la ventana, era una cálida mañana de verano.

 

¿Cómo que si volveremos a vernos? – Dijo Megrez Vivo aquí, contigo y con nuestras padres ¿Es que no te has dado cuenta hasta ahora?

 

Perdona – Dijo Sagre Estaba teniendo un sueño muy raro.

 

Todo tú eres raro – Contestó Megrez.

 

Sagre se levantó de la cama, al hacerlo una fruta violeta cayó al suelo, rodó por la habitación y fue a parar a los pies de Megrez.

 

Lo ves como eres raro – Dijo Megrez ¿Qué haces durmiendo con una fruta?

 

Es igual a las que aparecían en mi sueño – Contestó Sagre.

 

Anda, así que ahora tienes un alón que te permite materializar las cosas que sueñas. – Dijo Megrez.

 

No creo que sea eso – Contestó Phenatos desde la puerta – Esa fruta tiene algo raro, déjamela ver Megrez.

 

Megrez  se acercó hasta la puerta y le entregó la fruta a su padre, este la giró con las manos para verla, la observó detenidamente, luego olió su ácido y dulce aroma, le dio unos golpecitos y la lanzó arriba varias veces con su mano derecha.

 

Definitivamente no es nada que yo haya visto antes – Dijo Phenatos¿La has encontrado en alguna parte del bosque Sagre?

 

No – Contestó SagreNo sé de dónde ha salido, tuve un sueño en que estaba en el plano del rayo y frutas como esa crecían en un árbol morado.

 

¿Has dicho plano del rayo? – Preguntó Phenatos.

 

Sí, allí vi muchas cosas, entre ellas lagartos eléctricos y un toro enorme y blanco con seis cuernos morados, creo que se llamaba Zuso.

 

¿Has dicho Zuso? – Pregunto Phenatos incrédulo ¿Te refieres a la mascota de la Diosa Iria?

 

Esperad un momento, esto es muy confuso, ¿De qué estáis hablando? – Preguntó Megrez.

 

No eres el único que está confuso, creo que todos lo estamos – Dijo Phenatos – Creo que será más fácil si usamos la empatía.

 

Y a través del alón Sagre dejó que su padre y su hermano vieran el sueño que había tenido la noche anterior.

 

No hay duda posible, de alguna manera has viajado al plano del rayo – Dijo Phenatos.

 

¿Y por qué Iria  ha escogido solo a Sagre para esto? Yo también soy capaz de hacerlo – Dijo Megrez.

 

Los Dioses son caprichosos – Contestó Phenatos.

 

No es justo, yo también quiero tener una misión divina. – Dijo Megrez.

 

Lo que no es justo es que me tengáis esperando sola abajo – Dijo Díadra con una voz que denotaba enfado – Os he hecho el desayuno y se está enfriando.

 

Lo siento cariño, esto es importante – Dijo Phenatos Parece ser que Sagre ha viajado esta noche al plano del rayo y ha sido investida con una misión por tarde de Iria.

 

Por muy importante que sea esa misión no creo que esté en los designios divinos mandar a Sagre al mundo sin desayunar. – Contestó Díadra.

 

Tienes razón – Dijo PhenatosYa averiguaremos más tarde que es esta fruta.

 

Es un fruto eléctrico, si lo come un iridiano sube su Alus, supongo que es un regalo de Iria, para que Sagre tenga mayor probabilidad de éxito en su misión, sea cual sea.

 

¿Cómo sabes tan segura eso mamá? – Preguntó Megrez.

 

Podemos hablar de ello mientras desayunamos, no creo que tenga que repetirle a nadie que baje a desayunar, ¿Verdad? – Dijo Díadra.

 

Obedeciendo a su madre los dos Iridianos se dirigieron hacía las escaleras con intención de llegar a la planta de abajo y luego hacía la cocina, dónde hacía un buen rato que cuatro desayunos estaban servidos y quedándose fríos.

 

¿Crees que esto tiene algo que ver con lo del otro día? – Pregunto Phenatos.

 

No lo sé, es posible – Contestó Díadra – Lo único que puedo decirte es que este asunto va a distanciar un poco a nuestros hijos.

 

Tras esa frase hubo un silencio, Phenatos estaba visiblemente disgustado.

 

¿Estás bien? – Pregunto Díadra sabiendo perfectamente qué Phenatos no lo estaba y que no había ninguna duda sobre el motivo de su preocupación.

 

Lo estaré – Dijo Phenatos dirigiéndose a la escalera por la que habían bajado sus hijos – Bajemos a desayunar, luego trataremos de ver que podemos hacer con esto. – Dijo Phenatos refiriéndose al fruto que aún tenía en su mano.

 

Yo me encargo – Dijo Díadra mientras se lo quitaba y bajaba a prisa las escaleras.

 

Una vez Díadra llegó a la cocina cogió un cuchillo y cortó en cuatro trozos iguales la fruta, sacó el  gran hueso del centro y lo dejó sobre la encimera, puso los cuatro trozos en un plato, lo dejó encima de la mesa dónde ya estaban sentados sus hijos y su marido y se sentó enfrente de él.

 

Hoy vamos a tener un desayuno muy bueno – Dijo Sagre.

 

Ojalá pudiéramos comer algo tan especial cada día – Dijo Megrez.

 

Tal vez podamos – Dijo Phenatos mirando al hueso del fruto – Si plantamos la semilla en el jardín tal vez crezca un árbol del que salgan más frutos como este.

 

¿Crees que es posible? – Preguntó Megrez.

 

No lo sé, pero habrá que intentarlo. – Contestó Phenatos.

 

Buen provecho a todo el mundo – Dijo Díadra justo antes de dar un bocado a su desayuno, una dilatada vena en su frente dejaba ver su enfado.

 

Inmediatamente los tres dejaron de discutir y empezaron a comerse el desayuno que Díadra les había preparado, estaba delicioso, como siempre, padre e hijos se sentían muy contestos al comer una comida tan buena hecha con tanto amor, ella no solía cocinar, lo encontraba una tarea demasiado fácil, su corazón guerrero no consideraba arma a algo que tuviera una hoja tan corta y estrecha, por no hablar de algo romo, blandir algo de esas características le resultaba casi un insulto para con ella misma, no obstante tenía un don para la cocina, ella lo sabía, sabía que su familia agradecía enormemente cada una de las comidas con las que rara vez les obsequiaba, por eso le resultaba tan ofensivo el hecho de que hablasen en lugar de comer y que dejasen que se enfriara en el plato algo en lo que había tenido que poner mucha fuerza de voluntad para hacer, si al menos hubiese tenido que cazar el desayuno…Que gratificante sería para ella tener que depredar a una criatura capaz de defenderse duramente, presentar una batalla digna, precedida de una persecución y acabar cubierta de la sangre de su enemigo, honrar al rival caído con la extenuación de propios músculos, aquello hubiera sido perfecto, empezar el día matando algo quince veces mayor que ella, un dragón negro quizás, o tal vez un mamut anciano. Pero no, toda su fuerza, astucia y destreza había sido empleada en…recoger ocho huevos de sus gallinas, de un animal emplumado que va dejando sus huevos abandonados a su suerte y que no se molesta lo más mínimo en defender cuando ve que alguien se los quita, no ataca, no chilla, ni siquiera mira impotente como sucede el hurto de sus posibles crías, se limita a picotear el grano con que les alimentan, insultante, sencillamente insultante, ella pone mucho de su parte por no retorcerle el pescuezo a aquellos seres que llevan una existencia absurda y patética, concederles la muerte sería un regalo para aquellas gallinas, no, ella se contiene, coge sus huevos, en lugar de estrellarlos contra el suelo, en lugar de pisotearlo, patearlos, destruirlos con algún no, ella los recoge, pacientemente, uno a uno, hasta llegar a ocho, los guarda con cuidado en la cesta, vuelve a casa, casca los huevos, flojito, para no incrustarlos contra la encimera ni llenarlo todo de huevo, los bate, condimenta, si condimenta, no los ahoga en especias, los condimenta ligeramente, los cuece con su piroquinesis, no los carboniza, por muchas ganas que tenga de carbonizar esos malditos huevos, no, le pone cariño, los cuece lentamente con su alón, lo fácil que sería hacer desaparecer de la existencia esos huevos, disculparse, salir de casa y volver al poco rato con un nuevo traje rojo brillante, recién confeccionado por una afortunada criatura que había tenido el honor de morir en sus propias manos, en una batalla justa, sin armas, ambos contrincantes utilizando solo sus armas naturales, dientes, garras, puños, rodillas, aquello sí era ofrecer un desayuno digno para su esposo y sus vástagos en edad de crecer, pero no, debían de ser huevos…

Huevos, con verduras, que decir de las verduras, que si tuvieran algo de dignidad crecerían más rápido, se recogerían y lavarían ellas solas, se cortarían a si mismas y tendrían la decencia de cocinarse ellas mismas como mejor les conviniese, absurdos vegetales inmóviles, produciendo azúcares sencillas con la única ayuda del agua y del sol, encima casi no había que masticarlas, al menos la carne hay que masticarla y sangra en la boca de alguien, pero la verdura no tiene sangre, tiene un líquido muy fluido que casi parece agua.

Cuando piensa en todo lo que tiene que pasar, que padecer y ellos van y le dicen que el desayuno ha sido el mejor que recuerdan por esa maldita fruta lila que le han regalado a Sagre otro maldito vegetal y encima piensan plantarle un árbol en el jardín, para que haya más de esos odiosos vegetales eléctricos,  no una manada de dragones eléctricos en el patio, eso estaría bien, tener algo que doblegar y matar cada mañana, comer carne recién arrancada de las costillas de un dragón, arrancada con sus propias manos, no ellos quieren fruta, ¡fruta!.

Aquello fue demasiado para Díadra sin saber cómo desapareció de la cocina de su casa y se encontró en una gran planicie cubierta de hierba, pero no estaba sola, a su alrededor había una gran manada de mamuts y no muy lejos de ellos lobos boreales buscándose también el desayuno, el cuerpo de Díadra reaccionó instintivamente, se tensaron sus músculos y se dispuso para el combate, sonrío, aquello si era empezar bien el día.

 

En la cocina todos se habían dado cuenta de la falta de su madre, la cual no había tocado nada de lo que tenía en su plato.

 

¿A dónde ha ido mamá? – Preguntó Sagre.

 

Me temo que tu madre ha tenido que ir a hacer un recado – Mintió Phenatos Volverá pronto, no os preocupéis, terminaros el desayuno y luego iremos a plantar la semilla.

 

Phenatos sabía perfectamente dónde estaba Díadra, había sentido exactamente su ira y enfado, ella no estaba hecha para ciertas cosas y el hecho de tener hijos no iba a cambiar eso, él había tratado de explicarse eso, pero las otras mujeres Iridianas sí sabían cocinar y les encantaba, todos los otros Iridianos cocinaban en pareja, se repartían las tareas de casa, discutían sobre cómo educar a sus hijos y llevaban vidas perfectas, Díadra quería ser como las demás, pero Phenatos no quería que su mujer fuera como las demás, la quería tal y como era, de hecho era peor para él que intentase ser de otro forma, puesto que solo conseguía cabrearse innecesariamente, acumularlo durante tiempo y luego estallar en una lluvia de sangre y entrañas de criaturas inocentes. como sabía que le estaba sucediendo en aquel momento, que estaba descuartizando y mutilando a lobos y mamuts, casi podía oír los gritos agónicos de aquellos animales, de hecho si hubiera querido podría haberlo oído a través de los sentidos de su mujer, pero él no tenía estómago para semejante carnicería de buena mañana.

 

Papá, no estás comiendo nada, ¿Te pasa algo? – Preguntó Megrez.

 

No hijo no, ya como, me he quedado un momento pensando. – Contestó Phenatos.

 

¿Y en que pensabas? – Preguntó Sagre.

 

En el mejor sitio del jardín para plantar la semilla – Contestó PhenatosY ahora acabad de una vez con el desayuno, si vuestra madre estuviera aquí no le gustaría nada que no comieseis, acabaos todo lo del plato.

 

Sagre y Megrez obedecieron sin rechistar, se comieron todo lo del plato, igual que Phenatos, él tampoco quería ser motivo de enfado para su mujer, la cual, a estar alturas estaba sepultada entre un amasijo de sangre, piel, huesos y vísceras disfrutando de un buen combate y de cómo las vidas de sus enemigos iban menguando poco a poco hasta extinguirse.

 

Padre e hijos se comieron su respectivo pedazo de la fruta que había cortado Díadra anteriormente, aquella fruta les pareció deliciosa, los niños notaron que algo en su interior cobraba fuerza, como si tuvieran un globo que se estuviese inflando cada vez más y más, pero sin correr riesgo de estallar, Sagre notó que ahora podía llegar más lejos con su empatía y Megrez notó que la tenía, por primera vez en sus vida notaba que sentían las personas que le rodeaban, aquello le hizo sentirse un poco confuso, hasta el momento no se había dado cuenta de lo complejas que pueden ser las emociones, ni del amplio abanico de sensaciones que se pueden sentir, abrumado desconectó ese alón, ya había tenido suficiente por el momento.

 

Creo que ahora es buen momento para plantar la semilla. – Dijo Phenatos Cogedla y vamos a fuera, busquemos un lugar dónde de bien el sol.

 

En mi opinión debemos buscar un lugar donde dé la sombra, si es un árbol del plano del rayo no le gustará el sol, allí siempre hay nubes que lo tapan. – Dijo Sagre.

 

Bien pensado, entonces debemos ponerlo al sur de la casa. – Dijo Phenatos.

 

¿Por qué al sur? – Preguntó Megrez.

 

Porque el sol sale por el este y en su camino hacia el oeste para por el norte, si plantamos la semilla al sur, la propia casa le dará la sombra que necesita este árbol. – Contestó Phenatos.

Una vez situados en la posición indicada por Phenatos este le pidió a Yans que cavase un hoyo con sus patas, cuando lo hizo Phenatos depositó con suavidad la semilla del fruto eléctrico en la tierra, Yans la tapó y luego el padre de los jóvenes Iridianos utilizó su aquoquinesis para crear una pequeña cantidad de agua con que regar la semilla recién plantada.

 

¿Cuánto tardará en crecer? – Preguntó Sagre.

 

No lo sé – Contestó Phenatos Tratándose de un árbol puede tardar varios años en empezar a dar frutos, lo importante es regarlo a diario, creo, ¿Llovía en el plano del rayo?

 

Cuando yo estuve no, pero siempre había nubes de tormenta y prácticamente todo estaba lleno de vegetación. – Contestó Sagre.

 

Y los tres Iridianos empezaron a discutir sobre cuándo podría ser que empezase a brotar el árbol y sobre que cuidados necesitaría, la discusión no se alargó mucho, Díadra se parpadeo al lado de ellos, agarró a su marido por los hombres y ambos desaparecieron, los hermanos decidieron que ya era hora de seguir con sus planes para el día, Megrez iría a ver a Heasse, mientras Sagre empezaría en  la ciudad de Andrej  con la misión que le había encomendado Iria, pero antes quería ir a buscar a Jigxs y Zhalón, ambos se encontraban en el pueblo de Fhis, se parpadeó primero cerca de la casa dónde vivía Zhalón con sus padres, quería hablar con él a solas, al llegar pudo notar que su amigo se encontraba solo en casa, la ocasión era perfecta, llamó a la puerta con el puño, no tardó en escuchar la voz de Zhalón a través de la puerta de madera.

 

¿Quién llama? – Dijo Zhalón.

 

Soy yo, Edón Dijo Sagre.

 

Zhalón abrió la puerta de inmediato, dejando pasar al iridiano, el humano le ofreció a Sagre un poco de agua y comida, el joven Iriadiano dio las gracias, aceptó el agua pero rechazo la comida, ya que acababa de desayunar y no tenía hambre. Le comentó a Zhalón su viaje al plano del rayo y la misión que le había sido encomendada por Iria, el joven humano se quedó muy sorprendido, el también había tenido un sueño extraño, en el suyo se encontraba él de mayor, en el interior de una gran montaña, utilizaba todo su poder para abrir un portal permanente hacia el plano del rayo, al hacerlo quedaba tan agotado y herido que moría, Jigxs también estaba con él, haciendo lo mismo, enseguida aparecía Sagre, lo abrazaba, besaba y resucitaba, pero el yrteda no quería ser resucitado, él prefería morir y que su alma viajase hacía el plano del rayo, junto a Iria,  en aquel lugar poco después se empezaría a construir el templo en honor a la Diosa.

Ambos sabían que aquello no podía ser casualidad, parecía que Iria tenía planes para ambos, sin darse cuenta Sagre había cogido la mano de Zhalón, sus manos eran cálidas y suaves, Zhalón miró a Sagre, este le devolvió la mirada, entonces el joven humano apretó con fuerza la mano del iridiano, entonces ambos sintieron la compulsión de besarse, lentamente se fueron acercando, cada vez estaban más cerca y entonces la puerta de la casa se abrió.

 

Ya hemos vuelto Zhalón – Dijo su madre – anda si tienes compañía, oh, pero si es Edón, que casualidad, justamente al volver a casa me he encontrado con Jigxs, decía que quería hablar con los dos.

 

– Hola, esta noche he tenido un extraño sueño… – Dijo el yrteda, pero antes de que pudiera decir nada fue interrumpido por Sagre.

 

¿Tiene algo que ver con rayos o la diosa Iria? – Le preguntó

 

Lo tiene todo que ver – Dijo el yrteda – ¿Cómo lo has sabido?

 

Por lo visto esta noche los tres hemos soñado cosas parecidas – Dijo ZhalónAl parecer la Diosa nos ha escogido para hacer algo.

 

¿Pero por qué a nosotros? – Preguntó Jigxs.

 

Los dioses son caprichosos – Respondió la madre de Zhalón.

 

Sagre la miró y no pudo evitar sonreír al pensar que fue exactamente lo que su padre dijo, ahora tenía claro su papel, debía ser quien anunciase la posibilidad de forjar un pacto directo entre los Dioses y las personas, también tenía claro que iba a hacer Jigxs él iba a sacrificarse para poder conectar el mundo mortal con el mundo de los Dioses, pero en cuanto a la tarea de Zhalón no estaba nada seguro.

 

¿Puedes decirme que soñaste exactamente Zhalón? – Preguntó Sagre.

 

Soñé que hablaba con unos gekjo y aprendía de ellos el combate sin armas, luego combinaba este con las magias de rayo para defender a Jigxs, Iria estaba muy orgullosa de mí yo cada vez iba ganándome más su favor y obteniendo más ventajas únicas gracias a mi fe en la Diosa. – Contestó Zhalón.

 

Sagre se quedó pensando en lo que le acababa de decir el humano, al parecer él también tenía acceso al pacto, pero de una manera diferente, ¿Por qué debía de aprender a combatir cuerpo a cuerpo Zhalón?, ¿No era él una especie de guerrero?, ¿No sería mejor que aprendiese a usar la espada?

 

En el sueño utilizaba conjuros – Dijo el humano – La mayoría de tipo eléctrico, algunos curativos.

 

Sagre ya había visto a Jigxs utilizar la magia curativa, aquello no le sorprendía, también conocía su buen corazón y sus ganas de ayudar a los demás, sin importarle quien fuera, pero Zhalón no poseía habilidades mágicas, no obstante él fue el primer humano que Sagre había resucitado, alguna relación tenían que tener, pero los humanos son capaces de resucitar por si mismos, por eso los iridianos habían decidido hace siglos adoptar forma humana, por si resucitaban delante de alguien que no les pareciera extraño, pero aquello no le ayudaba a desentrañar los sueños que habían tenido sus amigos, recordó las cosas que le dijo cada uno, buscó similitudes, coincidencias, pero le faltaba información.

 

Zhalón, ¿Estaba Jigxs en tu sueño? – Preguntó Sagre.

 

Sí, en todo momento – Contestó Zhalón – No se separaba de mi para nada.

 

¿Por qué juntaría de esa manera  Iria  a sus dos amigos? ¿Se necesitaban mutuamente? Mientras pensaba Sagre miró por la ventana, a lo lejos pudo ver un una araña en su red, una polilla cayó en ella, la araña la envolvió con su tela y la araña bajó el capullo hasta el suelo, dónde una araña tenía su nido, ambas arañas compartieron la mariposa, cerca de allí había una lagartija correteando por la arena, una de las arañas salió a perseguirla y la atrapó, volvió al nido con ella y la compartió con la otra araña, aquellas arañas eran muy distintas, una obtenía su alimenta esperando que fuera él quien callera en su trampa, la otra sin embargo no era capaz de producir seda, sin embargo era muy rápida y podía correr y saltar sobre sus presas, de modo que las cazaba activamente, aquellas dos arañas no tenían por qué ayudarse, pero juntas tenían más probabilidades de éxito, una suplía las carencias de la otra, en aquel momento entendió lo que quería Iria.

 

¿Jigxs tú eres bueno con la magia verdad? – Pregunto Sagre.

 

Sí, ya lo sabes, soy aprendiz de mago. – Contestó el yrteda.

 

¿Y tú Zhalón eres una persona más ducha en el combate físico, cierto? – Preguntó el iridiano.

 

Bueno, hago lo que puedo, pero desde luego la magia no se me da bien. – Contestó el humano con toda la sinceridad del mundo.

 

Pues por eso os ha unido Iria, para que juntos seáis invencibles, utilicéis vuestros puntos fuertes para anular las debilidades del otro, funcionar en perfecta armonía, como si fueseis una sola persona. – Dijo Sagre.

 

¿Te refieres a que yo use la magia y él la fuerza física? – Preguntó Jigxs.

 

Eso mismo – Contestó SagreSi trabajáis juntos y os hacéis valer del pacto entre personas y Dioses podéis conseguir lo que os propongáis, tú Jigxs puedes dedicarte a curar a la gente con tu magia, mientras que Zhalón puede utilizar su fuerza para evitar que hieran a las personas, ambos buscáis lo mismo y tenéis diferentes maneras de conseguirlo, al estar juntos cuidáis el uno del otro, para evitar que nadie os pueda dañar ni impedir que cumpláis vuestra labor Divina.

 

Tiene muchísimo sentido – Dijo Jigxs.

 

Estoy de acuerdo – Dijo Zhalón¿Pero por qué debo aprender la lucha cuerpo a cuerpo y no a usar un arma?

 

Porqué las armas tarde o temprano se mellan, oxidan o rompen, sin embargo si tú resultas herido yo puedo curarte con mi magia, incluso puedo estudiar conjuros que hagan que no resultes herido, o seas más rápido,  o más fuerte. – Contestó Jigsx.

 

¿Soñaste también eso? – Preguntó Sagre.

 

– Contestó Jigsx Mi magia no era sólo curativa, también potenciaba las actitudes de los demás, incluso poseía conjuros dañinos.

 

Entonces ya lo tengo todo claro – Dijo SagreJigsx  encarnarás el poder mágico del Dios al que veneres, en este caso Iria y tú Zhalón encarnarás el poder físico, ambos debéis de actuar en armonía, como si fueses un solo ser, ambos seréis la mano derecha y la izquierda de vuestro Dios.

 

Con todo lo que les quedaba por delante decidieron que el humano y el yrteda debían de empezar su entrenamiento cuanto antes, Jigsx debía mejorar sus actitudes mágicas y Zhalón debía aprender de los gekjo el combate cuerpo a cuerpo y Sagre debía de decirle a la gente que ellos no eran los únicos que podían congraciarse con los Dioses, pero para demostrarlo deberían de hacerlo ellos primero, por mucho que le dijera a la gente le sería más fácil creer algo que puede ver con sus propios ojos.

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