Sagre, capítulo 17.
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Sagre y Zhalón volvieron a casa, con los anillos y el regalo para Jigsx. Habían quedado con él para comer juntos en la mansión, como de costumbre. El hermano de Jigsx, Hufaz,comería con ellos: dado que trabajaba de guardián en el cercano castillo del Rey Alarán, podía ir a comer a la mansión.
Aún faltaba un rato para comer, por lo que Sagre decidió ir a ver a Hufaz para preguntarle cuál era la comida favorita de su hermano. Zhalón iría a ver al Rey para comentarle el asunto de la aceptación de Orafo en la casa Escamagris. Dado que tenían que ir al mismo sitio Sagre y Zhalón decidieron ir juntos. El hermano de Jigsx tenía guardia justo delante del despacho del Rey.
– Buenos días Hufaz – Dijo Sagre – ¿Cómo estás?
– Bien, no me puedo quejar, ¿Venís a ver al Rey Alarán?
– Sí, bueno y también a ti. – Respondió Sagre.
– ¿A mí? – Pregunto el yrteda extrañado – ¿Para qué?
– Queremos saber cuál es la comida favorita de Jigsx para hacérsela en su cumpleaños. Queremos darle un regalo ese día también. – Dijo Sagre.
– ¿Un regalo? – Preguntó Hufaz – ¿Qué clase de regalo?
– Es un colgante de platino, con el escudo de la casa Garraespina. – Dijo Sagre.
– Enséñaselo. – Dijo Zhalón.
Sagre sacó con cuidado el colgante del paño, se lo mostró al yrteda y luego volvió a guardarlo con cuidado.
– Se nota que conocéis el gusto de los yrteda por las joyas – Dijo Hufaz sonriendo – Además, el platino por si solo ya es valiosísimo, estoy seguro que mi hermano apreciará muchísimo este regalo.
– Nos alegra oír eso, pero volviendo al tema de la comida, ¿Sabes cuál es el plato favorito de Jigsx?
– A mi hermano le encanta todo lo que sea amargo. Cualquier cosa que lleve nuez moscada, alholva, clavo, comino o café le encantará. – Contestó Hufaz.
– ¿Qué es la alholva? – Pregunto Zhalón – No he oído hablar nunca de ella…
– Es una especia muy utilizada por los yrteda. Creo que los humanos la llamáis fenogreco. Mi abuela contaba que en Belmonte apenas podía encontrarla y que cuando la encontraba no se parecía en nada a la que podía encontrar en Bagún, su país natal. – Contestó el yrteda.
– Bueno, eso nos ayuda algo, pero no nos sirve de mucho. – Dijo Sagre.
– ¿A parte de la lección de historia, geografía y botánica no puedes darnos alguna pista más? – Preguntó Zhalón.
– Recuerdo que alguna vez nuestra abuela preparaba un guiso con ingredientes de Bagún – Dijo Hufaz – Con carne de lagarto violeta, coles enanas, alcachofas amarillas, membrillo, alholva, clavo y granos de café tostados… Aquello era la cosa más amarga que jamás he probado; eso sí, Jigsx repetía varias veces, parecía encantarle.
– Guau, con todo eso no me extraña que sea amargo, solo falta que lleve hojas de té matcha. – Dijo Zhalón.
– Creo que también las lleva. – Dijo el yrteda.
– ¡Puaj! – Exclamó Zhalón – Ese mejunje debe estar tan amargo que ni todo el azúcar del mundo podría cambiarlo.
– Sea como fuera ya tenemos algo, gracias Hufaz – Dijo Sagre – ¿Podrías dejarnos pasar para ver al rey?
– Claro – Dijo el yrteda – Por cierto: dado estáis intentando hacerle el guiso para el cumpleaños de mi hermano, dejad que me encargue de conseguir los ingredientes y de cocinarlo.
– Muchas gracias. Sí, estábamos pensando hacerle si seríamos capaces de hacerlo nosotros solos. Eres muy amable, Hufaz. – Dijo Sagre.
Entonces él y Zhalón entraron al despacho del Rey Alarán, el cual los recibió a ambos con un efusivo abrazo; el Rey era muy cariñoso con aquellas personas por las que tenía aprecio y confianza.
– Me alegro de veros – Dijo el Rey – ¿Cómo va todo?
– Bien, entrenando duro con Rásoc. – Dijo Zhalón.
– Sí, cuando estamos en el dojo suele tratarnos con mucha severidad, pero fuera de él es muy simpático. – Dijo Sagre.
– Me alegra oír que estáis bien y que todos vuestros problemas son las duras clases de Hostarán – Dijo el Rey – A propósito, ¿Cómo se encuentra Jigsx?
– Bien, ocupado con las clases de la academia. – Contestó Zhalón.
– Precisamente de él queríamos hablarte – Dijo Sagre – Dentro de tres días es su cumpleaños y le estamos preparando una fiesta, de hecho, le hemos comprado un regalo.
Entonces Sagre volvió a sacar con cuidado el colgante de platino, el rey lo observó detenidamente, igual que al anillo que el Iridiano llevaba en su dedo corazón de la mano derecha, un anillo idéntico al que llevaba Zhalón en el mismo sitio.
– Veo que tanto el colgante como vuestros anillos son obra de Kuninsho, el archiduque de la casa Escamagris. – Dijo Alarán.
– En efecto, fuimos a su taller a encargarle el regalo para Jigsx y los anillos para nosotros. – Dijo Sagre.
– Me gustan mucho ambas cosas – Dijo el Rey sonriendo – Estoy seguro de que a Jigsx también le gustará su regalo, a propósito, estoy pensando en hacerle yo uno, ¿Sabéis de algo que pueda gustarle?
– Las cosas amargas, regálale algo amargo y le encantará. – Contestó Zhalón.
– ¿Algo amargo? – Preguntó Alarán.
– Sí, Jigsx aprecia mucho las cosas con sabor amargo. De hecho para la celebración de su aniversario hemos pedido ayuda a su hermano para que nos haga un plato típico yrteda. – Dijo Zhalón.
– ¿Y qué lleva ese plato típico? – Preguntó el Rey.
– Carne de lagarto violeta, coles enanas, alcachofas amarillas, membrillo, alholva, clavo, granos de café tostados y té matcha. – Contestó Zhalón.
– En efecto, tiene pinta de ser la cosa más amarga en el mundo. – Dijo Alarán – Pero si a él le gusta me parece correcto servirlo en su fiesta.
– Hablando de la fiesta – Dijo Sagre – ¿Vendréis verdad? Vuestra familia y tú.
– Antes no lo hubiera dudado, pero con ese menú, no sé yo si ir. – Bromeó el Rey.
Sagre y Zhalón rieron la broma de Alarán.
– Por cierto – Dijo Zhalón – Quería hablarte del aprendiz de Kuninsho.
– ¿Qué sucede con él? – Preguntó el Rey.
– Creo que sería una buena incorporación en la casa Escamagris.
– ¿Y qué te hace pensar eso? – Preguntó Alarán.
– El chico parece tener talento, conoce el oficio y le pone ganas. – Contestó Zhalón.
– ¿Y algo más? – Preguntó el Rey.
– Bueno, he pensado que es una buena ocasión para tener un detalle con otra casa noble, y ayudar a una persona a poder trabajar de orfebre, que es lo que a Orafo le gustaría. – Dijo Zhalón.
– Entiendo, quieres ayudar a ese humano para que tenga las oportunidades que no tendría de otra manera y de paso tener un gesto con los nobles Escamagris. – Dijo Alarán.
– Sí, algo así. – Dijo Zhalón.
– Pues me parece bien, no solo doy mi consentimiento, además voy a firmarte ahora mismo el documento que acredita que Orafo puede formar parte de la casa Escamagris – Dijo el Rey – En cuánto al asunto de la tasa, ¿Qué tenías pensado?
– Pagarlo yo de mi bolsillo. – Dijo Zhalón.
– ¿Sabes a cuánto asciende la tasa? – Preguntó Alarán.
– No, pero no me importa, estoy dispuesto a asumir el coste, sea el que sea. – Dijo Zhalón.
– En ese caso, te diré que vas a tener que desembolsar sesenta mil Laliras, es decir, el coste de un año manteniendo el título de Caballero. – Dijo el Rey.
– Eso es la mitad de la asignación anual que nos da Jigsx. – Dijo Zhalón – Pero de acuerdo, todo sea por que Orafo pueda demostrar su valía.
– Bueno, eso me lleva a preguntarme, ¿Sabéis de dónde sacamos el dinero los nobles? – Preguntó Alarán.
– ¿De los impuestos que pagan los plebeyos? – Preguntó Zhalón.
– No, ese dinero forma parte del erario público, no va destinado a bolsillos privados; bueno, no debería ir, a veces la codicia de las personas es más grande que su sensatez, por desgracia. – Dijo el Rey – Además, los nobles también pagamos impuestos, de hecho más que los plebeyos.
– Bueno, sin entrar en asuntos fiscales ni gente con manos largas o cortas, ¿De dónde conseguís el dinero? – Preguntó Sagre.
– Como nobles somos los únicos con derecho a tener tierras y propiedades – Dijo Alarán – En dichas tierras podemos desde cultivar alimentos hasta poner negocios o viviendas.
– Entiendo, imagino que la tasa de mantenimiento de título son los impuestos que se pagan sólo por la tierra, pero si hay algo en ellas se paga más, ¿Cierto? – Dijo Zhalón.
– En efecto – Dijo el Rey – Pues como nobles que sois deberíais de darle un uso a las tierras que os fueron concedidas.
– El caso es que nuestras tierras se quedaron en Belmonte. El único que tiene propiedades aquí es Jigsx, las que le legó Úlos en su testamento. – Contestó Sagre.
– Si no tenéis tierras, no deberíais pagar la tasa de mantenimiento del título, ¿No lo sabíais eso? – Dijo Alarán.
– No, no lo sabíamos – Contestó Zhalón – No hemos sido nobles toda la vida…
– No, ya lo sé, creo que ya os he comentado más de una vez que Úlos me habló mucho de vosotros bastante tiempo antes de que nos conociéramos – Dijo el Rey – Y sobre todo me intriga mucho todo lo que se refiere a ti, Sagre.
– ¿Qué quieres decir? – Preguntó Sagre sorprendido.
– Bueno, tus raras hazañas; cuando con tres años resucitaste a Zhalón; cuando a los cinco volatilizaste a varios bandidos y a Kohdc, el antiguo maestro de Jigsx; cómo él te vio utilizar magia curativa y la replicó; o en la boda de mi hija, cuando te pusiste a cantar y paraste un ataque bien orquestado de Elan: por un tiempo todos olvidamos lo sucedido, pero yo lo recuerdo. Y si no te dije nada fue porque nos salvaste y estoy en deuda contigo. No obstante sigo preguntándome quien eres.
Sagre sintió miedo de que su identidad fuera descubierta. No podía ir diciendo al mundo que era integrante de una raza muy poderosa que se esconde del mundo para evitar problemas.
Por otro lado Sagre ya había hecho demasiadas demostraciones de poder como para que los que consiguieran recordarlas pensasen aún que él era un humano normal: estaba claro que el Rey Alarán se había dado cuenta de que él no era un simple humano.
Se preguntaba hasta dónde habían conseguido llegar a ver los conjuros de Úlos, qué era exactamente lo que él había descubierto y cuánto le había contado al Rey.
– Está claro que llegados a este punto, la única solución civilizada es que sea sincero. – Dijo Sagre.
– Bueno, siento decirte que no tengo ningún interés en forzarte a contarme cosas que no quieres – Dijo el Rey – Me has demostrado que eres digno de confianza y que tus intenciones son buenas. Habiendo visto lo que eres capaz de hacer no tiene sentido que finjas nada, si quisieras destruirnos ya lo habrías hecho. Sólo tengo una pregunta, ¿Sabe Zhalón quién eres realmente?
– Lo sé, y Jigsx también lo sabe. Sagre nos lo contó hace tiempo. – Dijo Zhalón.
– Entonces mis preocupaciones terminan aquí – Contestó Alarán – Me preocupaba el hecho de que no hubieras sido sincero con Zhalón, no se puede construir una relación basada en mentiras ni engaños, no puede llevar a nada bueno.
– ¿Te preocupaba lo que hay entre Zhalón y yo? – Preguntó Sagre con una mezcla de asombro y gratitud.
– Bueno, viendo a los ojos de Zhalón puedo ver todo el amor que siente por ti; mirando a los tuyos, me encuentro con un abismo insondable. Tus ojos no son humanos, tal vez porque tú no lo seas, eso no me importa – Dijo el Rey – Debo admitir que en cierta manera me perturba ligeramente no saber con quién estoy tratando. Durante semanas no pegué ojo ante la posibilidad de que en mi corte se hubiera instalado un monstruo, pero en cuanto te fui conociendo vi que en tu ser habita una bondad casi infinita: la forma en que haces las cosas, mirando siempre por el bien de todos. Seas quien seas, pudiste matar a Elan y a todo su ejército; sin embargo los dejaste marchar. Además hiciste que todos pudiésemos seguir disfrutando de la boda… No, tú no eres un monstruo, más bien eres todo lo contrario, el monstruo soy yo por temerte cuando debería alabarte.
Sagre se encontró ante el dilema de contarle quién era al Rey o seguir en el anonimato: hacía muchos esfuerzos por no llamar la atención, pero la gente no le ponía las cosas fáciles… Alarán había dicho que no era necesario que le contase quién era, y aunque quería hacerlo podría exponer demasiado a los otros custodios de Irdresma. Mientras su mente debatía que hacer el Rey sacó unos papeles de una estantería.
– Estas son las escrituras de unas tierras al este de Ederia, hasta ahora han estado sin dueño oficial quiero que os las quedéis. – Dijo Alarán.
– Aquí pone que la extensión del territorio es de cincuenta mil kilómetros cuadrados. – Dijo Zhalón – Y que antiguamente había una mina, pero que se cerró cuando dejó de ser rentable extraer el hierro que contiene.
– Podéis reabrir la mina si queréis. Hay multitud de poblaciones cercanas que estarán encantadas de volver a trabajar en ella. También podéis hacer que sus fértiles tierras sigan produciendo alimento – Dijo el Rey – Al ritmo al que crece la población del país no nos vendría mal contar con una mayor reserva de comida; incluso si hay excedente podríamos venderlo.
– ¿Y siendo caballeros ya podremos tener en propiedad tantas tierras? – Preguntó Zhalón.
– De eso no te preocupes, todo a su debido tiempo. – Dijo Alarán – ¿Aceptáis entonces haceros cargo de estas tierras que os ofrezco?
– Yo sí. Necesitaremos algo de asesoramiento sobre cómo manejar las tierras, tanto para agricultura cómo para minería. – Dijo Zhalón.
– Para eso están los contratos de aparcería, con ellos dejáis a cargo de vuestras tierras a una persona que sabrá qué es lo mejor para explotarlas adecuadamente – Dijo el Rey – A cambio se quedará una parte de lo que esas tierras produzcan.
– ¿Y nos podemos fiar de que esa persona cumplirá con sus obligaciones sin tratar de engañarnos y quedarse con más de lo acordado? – Preguntó Zhalón.
– Los aparceros son personas de confianza, que se instruyen desde jóvenes. Generalmente son aspirantes a nobles, cuya familia ha trabajado con nosotros durante generaciones. Rásoc os puede ayudar más con los aparceros Garraespina que yo. – Dijo Alarán.
– Muchas gracias por todo Alarán. – Dijo Zhalón.
– No se merecen – Dijo el Rey – Cualquier cosa que necesitéis estaré encantado de atenderos.
Zhalón y Sagre abandonaron el despacho de Alarán, el iridiano permaneció en silencio, parecía estarle dando muchas vueltas a algo en su cabeza, Zhalón tomó su mano y con voz dulce le dijo:
– No sé lo duro que pueden ser vuestras leyes; si como iridiano crees que el Rey Alarán merece saber que eres miembro de una raza distinta y algo más poderosa, hazlo, no creo que sea tan malo.
Aunque las palabras de Zhalón pretendieron ser amables, él hablaba desde la ignorancia, puesto que no tenía ni idea de qué tipo de leyes y costumbres tenían los iridianos. Aunque a decir verdad, Sagre tampoco es que tuviera mucha idea; y dado que la vez que le contó a Jigsx y Zhalón su verdadero ser no pareció que hubiera ninguna consecuencia, no había motivos para sospechar que esta vez fuera a ser distinto.