Megrez, capítulo 18

Megrez, capítulo 18.

Megrez

Megrez

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Todos, a excepción de Yans, Díadra y Phenatos estaban sentados alrededor de la mesa, esperándoles. Sádar había duplicado varias sillas para que todos cupieran, dado que con Senei y Nuth eran dos personas más de lo habitual en casa.

 

Senei, la madre de Heasse, estaba sentada frente a Megrez, de modo que mientras esperaban a que entrasen Díadra y Phenatos se decidió a darle conversación al joven.

 

Megrez – Dijo Senei¿Cuántos años tienes?

 

Trece. – Contestó Megrez.

 

Trece ya, cómo pasa el tiempo – Dijo Senei Y parece que fue ayer que Heasse cogió tu mano de recién nacido y sintió «La Sonoridad», la pobre se asustó y se pensó que había hecho algo malo.

 

¡Mamá! – Dijo Heasse sonrojada – No cuentes esas cosas, me da mucha vergüenza.

 

A mi me parece muy tierno – Dijo Sádar Llevas enamorada de Megrez desde que lo conociste, eso es muy romántico.

 

Sí, lo mismo le pasó a Díadra con Phenatos, nada más cogerlo en brazos ya supo que estaban destinados – Dijo Senei Y eso que Díadra es doscientos veinticuatro años mayor que Phenatos.

 

¿Y eso qué importa? – Dijo Nunth ¿Acaso importan doscientos años más o menos? Te recuerdo que según Adén ella se llevaba más de veinte mil años con su marido

 

¿Cómo se llamaba mi «avus»? – Preguntó Megrez.

 

¿«Avus»? – Preguntó Senei ¡Oh! Te refieres a la palabra humana que designa al padre de alguno de tus padres. Asiel era el marido de Adén, creo que hay una pintura de ellos el día de su boda por aquí, no sé dónde lo habrán guardado tus padres.

 

Yo sí sé dónde está – Dijo una voz – Pero a Díadra no le gusta nada ver esa pintura, la pone triste.

 

¡Túreis! – Exclamó Senei ¿Dónde has estado? Llevamos más de tres años buscándote.

 

Y apareces así, de repente. Espero que tengas una buena explicación para esto. – Dijo Nunth.

 

Yo a ti no tengo porqué explicarte nada – Contestó Túreis con un tono neutro que casi sonaba a desprecio – ¿Dónde está mi hermana? Tengo que hablar con ella.

 

Por supuesto que tenemos que hablar – Dijo Díadra ¿En qué estabas pensando cuando te fuiste tres años sin decir nada? ¿Tienes idea de lo preocupados que estábamos todos?

 

Estaba arreglando lo que tú destrozaste. Madre se me apareció en sueños, he estado muy ocupado plantando melocotones. – Contestó Túreis.

 

¿Plantando melocotones? ¡¿Tres años?! ¡Menuda escusa más pobre! – Dijo Senei exaltada.

 

Es lo que he estado haciendo. – Contestó Túreis.

 

¿Nos tomas por imbéciles? – Dijo Nunth ¿Cómo pretendes que nos creamos eso? ¡Es ridículo!

 

Si no me creéis preguntadle a mi hermana qué es todo este asunto de los melocotones. – Contestó Túreis.

 

Túreis tiene razón. Si se refiere a lo que yo pienso la culpa de su desaparición es mía. – Contestó Díadra.

 

No entiendo nada – Dijo Sádar¿Eso de melocotones es una palabra en clave o algo?

 

No, son melocotones de verdad – Contestó Díadra Del tipo de melocotones que saldrán del árbol que hay plantado en la parte de atrás de nuestra casa.

 

¿Melocotones eléctricos? – Preguntó Senei atónita – ¿Tu hermano ha estado tres años plantando melocotones eléctricos y a ti te parece la mejor excusa para que lo perdones, Díadra?

 

Sí, si me lo hubiera dicho los habría vuelto a destruir. Túreis debía actuar a espaldas de todos para que su tarea saliera bien. – Contestó Díadra.

 

Sigo sin entender nada. – Contestó Sádar.

 

Creo que ya entiendo lo que pasa – Dijo Yans Adén dedicó mucho tiempo de su estancia aquí a plantar melocotoneros eléctricos, tal y como Iria le ordenó que hiciera. Díadra cargó su rabia y frustración contra la única prueba del paso de Adén por este lugar: sus melocotoneros. Al destruirlos se interpuso en los planes de la Diosa, entonces ella mandó volver a plantar los melocotones a Túreis; pero él debía hacerlo sin que se enterase nadie, o de lo contrario se corría el riesgo de que Díadra volviera a destruirlos de nuevo. Mientras Túreis plantaba melocotoneros, Sagre recibió un melocotón eléctrico de manos de Adén, el cual era un regalo para él y a la vez una señal para Díadra, señal de que debía dejar los melocotoneros en paz, por un motivo muy sencillo: Iria los necesita para algo y va a hacer lo que sea para que esos melocotoneros se queden aquí, cueste lo que cueste.

 

Mejor resumido imposible. – Contestó Túreis.

 

¿Qué importancia pueden tener esos melocotones eléctricos como para tener que replantarlos? – Preguntó Nunth

 

Sus raíces son capaces de extenderse hasta el plano del rayo – Contestó Díadra Al menos una parte de las raíces, pero para que lo hagan es necesario que exista una conexión entre nuestro plano y el del rayo.

 

Megrez se quedó pensativo: ¿Cómo era posible que su madre y su tío Túreis fueran hermanos? Según lo que le explicó su padre Phenatos hacía un par de años los Iridianos solo tienen un hijo, para evitar alterar el equilibrio de fuerzas entre el Saolstirgh y el Dariré. Hasta dónde él había visto esto era cierto, ninguna de las otras familias de Irdresma tenía más de un hijo, solo ellos y por que habían nacido a la vez, alguna vez se había planteado si aquello no era más que una prueba para que el fuerte acabase con el débil y acabar así con la posibilidad de que causasen una alteración de energías, pero la idea de asesinar a su hermano le resultaba grotesca, nauseabunda y completamente despreciable.

El asunto de su tío Túreis volvió a su cabeza, apenas sabía mucho de él, tampoco preguntó nunca demasiado, el hecho de que Túreis no viviese en Irdresma tampoco ayudaba. De hecho antes de su desaparición tampoco había visto demasiado a su tío, parecía que él siempre estaba ocupado haciendo una cosa u otra, pero de alguna manera lograba comunicarse cada día con Díadra para decirle que estaba bien. Mientras pensaba si formular directamente la pregunta alguien se le adelanto.

 

Es curioso – Dijo Yans Adén nunca menciono más que a Díadra, nunca me contó que tuviera otro hijo.

 

Túreis apareció poco después de que mi madre se marchara, cuándo mi padre, Asiel aún no lo había hecho – Dijo Díadra Yo apenas tenía algo más de trescientos años, mi padre decidió que debía cuidar de Túreis.

 

¿Qué quieres decir con que «apareció «? – Preguntó Yans.

 

Pues eso – Contestó Díadra Un día que estaba de caza en el bosque, escuché unos llantos, al acercarme vi a una masa sanguinolenta que se retorcía y gemía, parecía un recién nacido, y lo era.

 

¿Y no buscaste a la madre? – Preguntó Sádar.

Si te soy sincera al principio pensé en dejarlo allí, al fin y al cabo no era asunto mío, de hecho continúe con mi caza – Dijo Díadra Pero los llantos de ese niño se me metieron en la cabeza, cuánto más me alejaba más fuerte oía a Túreis llorar, parece que ese pequeño se había improntado conmigo…

 

¿Qué quiere decir que se había «improntado»? – Preguntó Megrez.

 

Es un mecanismo de supervivencia de algunos animales, como las aves – Contestó Díadra En el caso de los custodios los recién nacidos generan un vínculo telepático con la primera persona que ven, de manera que si hay algún peligro la persona objetivo de la impronta escucha los llantos directamente en su cabeza.

 

Sea como fuere, Asiel me trató como a un hijo suyo desde el primer día, me dio todo lo que puede necesitar y más, aunque no fuera su hijo verdaderamente. – Contestó Túreis.

 

Tengo curiosidad por ver esa pintura – Dijo Megrez Quiero ver cómo era mi «avus».

 

Túreis  puso su mano encima de la mesa de la cocina alrededor de la que todos estaban sentados, sin llegar a tocarla, dejando unos milímetros de separación entre su mano y la madera. Al instante la madera empezó a cambiar de color, lentamente, empezaron a diferenciarse algunas siluetas, finalmente se formó toda la pintura. En ella podía a verse a Adén con un hombre muy bajito sentado en su rodilla, de no haber sido por lo increíblemente velludo que era aquel hombre hubiera pasado por un niño, el cual tenía cierta similitud con Sagre  y Megrez.

 

¿Ese hombre tan bajito es mi «avus»? – Preguntó Megrez Si soy yo más alto que él ahora.

 

Padre nació como un konei – Dijo Túreis Es lo que nos contó, él decía que se sentía a gusto siendo bajito, que era la perfección que tenía de su cuerpo, de hecho, la mayor parte del tiempo lo pasaba como konei, nunca me comentó los detalles de por qué le pintaron con aspecto humano.

 

¿Quién pintó el cuadro? – Preguntó Sádar Está muy bien hecho.

 

¿Y qué hace en la mesa de la cocina? Creía que me deshice de él hace tiempo. – Contestó Díadra.

 

Lo rescaté y lo escondí aquí, en la mesa de la cocina, tanto la mesa como la tabla dónde está pintada la escena son de roble, es muy sencillo juntas, mezclar y ordenar las capas de la madera si se intenta. – Contestó Túreis.

 

Forita – Dijo Yans pensando en voz alta.

 

¿Qué has dicho? – Preguntó Phenatos que estaba sentado junto a Yans.

 

Digo que Túreis es un Forita – Contestó YansVosotros sois Iridianos, pero él es un Forita, esa habilidad con la madera le delata.

 

No sabía que había Foritas en esta dimensión – Dijo Sádar.

 

No los hay – Contestó YansSu madre debió llegar aquí desde otra dimensión, no sé si embarazada o no, pero cuándo se fue se dejó a Túreis, no sé si intencionadamente o no.

 

Túreis se marchó de la cocina parpadeándose sin decir nada a nadie.

 

¿Por qué has tenido que decirle a mi hermano eso? – Preguntó Díadra ¿Era necesario decírselo justo ahora y de esa manera?

 

No he dicho nada que no fuera cierto – Contestó Yans.

 

No es por eso Yans, le has soltado una verdad dolorosa cuándo menos preparado estaba – Dijo SádarCreo que había otro momento y una manera mejor de acercarte a él para decírselo.

 

El mensaje no habría cambiado nada y por tanto el dolor que conlleva el mismo tampoco. – Contestó YansConsidero que merecía saberlo.

 

A veces me pregunto cómo puedes ser tan insensible. – Dijo Sádar antes de parpadearse lejos.

 

Díadra se marchó después que Sádar, pero no al mismo sitio, Phenatos se marchó tras su esposa. Senei y Nuth se marcharon también, pero no parpadeándose, ellos salieron caminando de la cocina, en la cual sólo quedaban Yans, Megrez  y Heasse.

 

Yans miró a los jóvenes.

 

¿Vosotros también creéis que he sido un insensible con Túreis?  – Preguntó Yans.

 

Heasse y Megrez asintieron con la cabeza.

 

Ya, ¿Y qué queríais que hubiera hecho? – Dijo Yans con un tono que denotaba culpa – Para mí tampoco es fácil estar aquí, este no es mi sitio, aquí me siento como un extraño. Y por si fuera poco mis capacidades están muy mermadas…

 

Yans soltó un suspiro.

 

Lo siento – Dijo Yans No quería ser tan directo con Túreis, supongo que él en parte se siente tan fuera de lugar como yo, no era necesario que le soltara de sopetón que no es ni siquiera Iridiano.

 

No te preocupes, agradezco que me hayas contestado a una duda que llevo mucho tiempo formulándome, ¿Podrías contestarme a unas cuantas preguntas sobre mis orígenes? – Dijo Túreis que había vuelto a la cocina.

 

Supongo que querrás intimidad, vayamos a un sitio más tranquilo. – Dijo Yans.

 

Conozco el sitio perfecto, sígueme. – Contestó Túreis sonriendo y volviendo a desaparecer otra vez.

 

Yans siguió a Túreis hasta la selva dónde lo encontró Díadra. La selva se encontraba en el continente de Bagún al sur oeste de Belmonte. Aquella selva era muy especial, puesto que sus árboles y plantas tenían unas hojas cuyas tonalidades iban desde el azul pálido al morado intenso.

Se sentaron en el suelo y se pusieron a hablar durante horas, de lobo a Forita.

 

Mientras tanto Megrez y Heasse observaban la pintura que aún seguía en la mesa. Ninguno de los dos supo cuándo se hizo, pero Megrez notó que Adén estaba exactamente igual que en sus sueños, incluso vestía la misma ropa. El mayor misterio lo presentaba Asiel, ¿Cómo puede ser que alguien nazca koeni e Iridiano al mismo tiempo? ¿Tendría su «avus» un padre o madre konei? El misterio no parecía poder resolverse por el momento, no sin más información.

 

Oye… ¿Tú tienes alguna idea sobre cómo es posible que mi «avus» se konei e Iridiano? – Le preguntó Megrez a Heasse.

 

No – Contestó ella – En este asunto tengo tan poca idea como tú.

 

Megrez sintió una idea gestarse en su cabeza.

 

¿Y si mi «avus» ya era Iridiano, pero aún no había nacido como Iridiano y tuvo que nacer de una mujer konei y al hacerlo, olvidó que era Iridiano, pero luego cuando creció lo recordó? – Preguntó Megrez.

 

Lo que dices no tiene ningún sentido – Dijo Heasse ¿Cómo es posible que alguien salga de la barriga de su madre y se meta en otra? ¿Y para que iba a hacerlo? ¿No es más fácil nacer de la madre que es tuya y no cambiar nada?

 

Tal vez su madre murió cuando mi «avus» estaba en su barriga – Dijo MegrezEntonces el «avus» tuvo que buscar una mujer a través de la cual venir al mundo, algo así como una regla fundamental de la vida, que impuso la Diosa Miices.

 

¿Pero no te das cuenta de que es todo un disparate? – Dijo Heasse A ver, si eso fuera cierto,
¿Cómo es que no hay más Iridianos que sean de otras razas?

 

 Puedo que sea porque un Iridiano adulto y con edad suficiente para tener hijos no sea tan fácil de matar, además, tampoco somos tantos – Dijo Megrez ¿Y por qué dices que mi idea es un disparate? ¿Tienes tú alguna mejor?

 

Heasse se quedó callada pensando, era cierto que no tenía ninguna idea y que pensándolo punto por punto la idea de Megrez tenía coherencia y lógica, pero se le hacía difícil de creer, tenía que darle la casualidad de que una mujer Iridiana muriera estando embarazada y que el bebé siguiera vivo, ¿Pero cómo muere un Iridiano? ¿Combate? No, no suelen ser a muerte, además, los Custodios poseen un Alón que les resucita en caso de que mueran, ¿Enfermedad? Hay muy pocas que les afecten, mortales ninguna, además, el Alón haría que cualquier enfermedad mortal dejase de serlo, ¿Causa natural?

 

¡Ya lo tengo! – exclamó Heasse ¿Y si la madre de tu «avus» se hubiera quedado embarazada y hubiera tenido que irse al plano superior y no supiera que su hijo no podría ir con ella y todo tuviera que haber sido como dices tú a partir de ahí?

Sí, es posible, pero… ¿Desde cuándo te gusta mi teoría? – Preguntó Megrez.

 

Desde que me encaja, piénsalo, la madre de tu «avus» no pudo morir en combate, no pudo morir de ninguna enfermedad y no pudo morir de causa natural, contra todas ellas hay un Alón para resucitar, ¿Pero y si siguiese viva solo que en un lugar dónde tu «avus» aún no pudiera entrar? – ExplicóHeasse.

 

Comprendo – Dijo Megrez

 

Creo que aunque no esté  Yans deberíamos seguir con nuestro entrenamiento. – Dijo Heasse.

 

A mí se me ocurre que podríamos aprovechar que nos han dejado solos para pasar un rato…ya sabes…cerca. -Dijo Megrez ruborizándose.

 

Entonces Heasse le besó en los labios, ambos volvieron a sentir la resonancia, se abrazaron y siguieron besándose lentamente, con los ojos cerrados. Heasse llevaba esperando ese momento desde hacía mucho tiempo. Megrez lamentó no haber deseado besarla antes. Aquel momento era perfecto, ambos desearon que nada ni nadie pudiera estropeárselo, entonces sin darse cuenta dejaron aquella cocina, de alguna manera aún seguían en ella, pero nadie les podía ver, estaban en el plano superior, dónde Megrez se encontraba con su «avia», allí los dos jóvenes tendrían toda la intimidad que quisieran, no tardaron mucho en querer llevar sus besos a algo más. Torpe y rápida fue la primera vez entre Heasse y Megrez, tampoco necesitaban más, tampoco querían más, solo estar juntos, tanto tiempo como fuera posible hasta que la realidad volviese a demandar su presencia y tuvieran que abandonar aquel plano tan acojedor.

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