Megrez, capítulo 4

Megrez, capítulo 4.

Megrez

Megrez

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Cuando  Phenatos se despertó vio que Megrez estaba sentando en el alfeizar de la ventana, apoyado en una de las ventanas, mientras que por la otra salía la hoja de su hacha, la cual estaba siendo afilada con esmero.

 

No lo estás haciendo de la mejor manera – dijo PhenatosEn lugar de frotar la piedra el círculos deberías hacer una sola pasada por todo el filo de la hoja, de esta manera no quedará irregular y cortará mejor, déjame que te enseñe a hacerlo.

 

Megrez le dio el hacha a su padre para que le enseñase a afilarla, Phenatos puso la piedra de afilar  en el extremo de la hoja que tenía más cercano y con un movimiento de extensión del brazo recorrió toda la hoja hasta llegar al extremo que tenía más alejado, volvió su brazo a la posición inicial pero sin apoyar la piedra en la hoja.

 

Ha de hacerse siempre en la misma dirección y procurando aplicar siempre la misma presión – dijo Phenatos Ahora prueba tú Megrez.

 

El joven Iridiano puso en práctica los consejos de su padre para afilar mejor a su arma y mientras la afilaba se acordó de su hermano.

 

Ayer Sagre llegó llorando, ¿Sabes qué le pasó? – preguntó Megrez.

 

Phenatos miró a su Megrez que había dejado de afilar su hacha para prestarle mayor atención.

 

¿Quieres mucho a tu hermano verdad Megrez? – contestó Phenatos.

 

Muchísimo – dijo MegrezEs el único que tengo, tengo el deber de cuidarle.

 

No sé si deber es la palabra  – dijo PhenatosYo diría que es una suerte y un honor tener un hermano, los Iridianos mantenemos una tradición ancestral de tener un solo descendiente, para no aumentar demasiado nuestro número y no poner el peligro el equilibrio de fuerzas.

 

¿Equilibrio de fuerzas? – preguntó Megrez.

 

Si  – dijo PhenatosYa te hablé del dariré y del saolstirgh, la energía que nos mantiene a los custodios con vida. Esas energías son afines y a la vez opuestas, cuando hay más dariré que saolstirgh las energías conviven bien en equilibro, cuando la cantidad de energías se iguala puede empezar a haber problemas y cuando es el saoltirgh el que domina todo el sistema puede venirse abajo.

 

No lo entiendo – dijo Megrez.

 

Veamos  – dijo Phenatos mientras pensaba una forma de simplificar lo que acababa de decir – Imagínate que tienes a todo ser que alberga dariré en su interior encima de una plataforma inestable a punto de caerse hacía un abismo, y otra plataforma idéntica pero con los seres que albergan saolstirgh, todos los seres están unidos entre sí por una cadena, tanto los que albergan saolstirgh como los que contienen dariré.

 

Phenatos hizo una pausa para comprobar que Megrez había entendido lo que le había explicado hasta el momento. Su hijo le indicó que podía continuar, impaciente por saber algo que le aportase nuevos conocimientos sobre el mundo en que habitaba, Phenatos notó las ganas con las que su hijo atesoraba cada una de las palabras que salía de sus labios y no le hizo esperar más.

 

Bien, ahora es cuando la cosa se complica un poco  – dijo PhenatosImagínate que los seres que albergan distinta energía están situados de dándose la espalda los unos a los otros y todos los que albergan la misma están situados mirando hacia la misma dirección, es decir, todos miran hacia el exterior de esa plataforma.

 

De nuevo Phenatos hizo una pausa, miró a Megrez, que había dejado el hacha apoyada en la pared y se había acercado a su padre para no perder ningún detalle de lo que le estaba explicando, recordó la vez que su madre le explico aquello mismo y no puedo evitar ver que Megrez  era muy parecido a él, sonrió.

 

Venga, sigue – dijo Megrez con impaciencia.

 

Oh, lo siento – se disculpó PhenatosEstaba distraído en otros pensamientos, el equilibrio de fuerzas, si.

 

Phenatos se aclaró la garganta antes de continuar.

 

Todos esos entes unidos por cadenas y situados mirando en direcciones opuestas tiran a la dirección en que están mirando, es decir, empujan la plataforma hacía el abismo y se caerían, si no fuera porque los de la otro plataforma tiran en dirección contraria, contrarrestándose unos a otros, haciendo que las plataformas estén en equilibrio – dijo Phenatos.

 

La cuestión es – continuo Phenatos tras una última pausa muy breve – que la plataforma de los seres que albergan dariré es más estable que la de los que albergan saolstirgh, es tan estable, que con que solo haya un ser en la otra plataforma se mantiene el equilibrio, el problema es cuando hay muchos seres del saolstirgh en la plataforma, porque la fuerza que hacen no es la misma durante toda su vida, y entonces no importa el número, ahora no voy a entrar en detalles, pero digamos que cuando hay riesgo de que un solo ser destruya el equilibrio y haga que ambas plataformas se precipiten al vacío ese ser abandona la plataforma y salva el equilibrio.

 

Entonces  – dijo MegrezEsa persona que sobra, ¿Rompe su cadena y se sacrifica por el bien del resto?

 

No, la cadena no existe, es una metáfora – le corrigió Phenatos de hecho, tampoco tiene porque ser una persona, por ese motivo he utilizado la palabra “ser”, hay diversas formas de vida que albergan saolstirgh, cierto es que la gran mayoría alberga dariré, pero no hay que pasar por alto que no solo los custodios tenemos un alma de saolstirgh, también hay algunos animales, como Yans, incluso algunos lugares, como el bosque que rodea a Irdresma.

 

Guau

 

Fue todo  cuanto Megrez pudo decir, se sentía tan maravillado con la idea de que una arboleda pudiera albergar alma y más insólito le parecía que fuera un alma hecha de saolstirgh, desde luego la vida tenía muchas manifestaciones y formas, formas que se moría de ganas por conocer.

 

Y desde luego – prosiguió Phenatos no se sacrifica, sí que es cierto que debe abandonar esa plataforma pero no lo hace de mala gana, es un orgullo créeme, pasar a una plataforma situada más arriba, significa que te has vuelto poderoso y que te necesitan en un lugar donde solo pueden ir los poderosos, es lo más parecido a muerte que experimentamos los custodios, es el final de un ciclo y el comienzo de otro distinto.

 

 ¿Significa eso que llegará un momento en que no os veamos más? – preguntó Megrez.

 

Significa que nos separaremos – contestó Phenatos al menos de forma temporal, no sé si una vez has ascendido sigues ascendiendo con el tiempo o es un lugar de residencia permanente, nadie ha vuelto para explicar como es.

 

¿Y cuándo será eso? – preguntó Megrez nuevamente.

 

El momento exacto no se puede saber, en condiciones normales ocurre cuando un Iridiano ha vivido entre tres mil y seis mil años – dijo Phenatos.

 

Papá… – dijo Megrez con un deje de preocupación en la voz ¿Cuántos años tienes?

 

Cuatro mil setecientos tres – dijo Phenatos.

 

– ¿Y mamá? – preguntó Megrez algo más preocupado.

 

Cuatro mil novecientos veintisiete – contestó Phenatos.

 

Pero eso quiero decir que podéis marcharos en cualquier momento ¿No hay forma de evitarlo? – dijo Megrez.

 

No, no hay forma de evitarlo – contestó Phenatos pero no es algo que ocurra de improviso, primero notamos que estamos poniendo el equilibrio en peligro y después tenemos entre doscientos y trescientos años desde ese momento para ascender, o de lo contrario el equilibrio puede verse seriamente afectado.

 

Megrez respiró algo más aliviado, aún podía pasar más tiempo con sus padres.

 

Por cierto – dijo Phenatos tu madre y yo vamos a irnos hoy a unos asuntos que tenemos que atender, hemos hablado con los padres de Heasse y han dicho que podíais quedaros todo el día en su casa tu hermano y tú, procurar portaros bien y no deis problemas.

 

No quiero ir cada de esa niña – dijo Megrez no me gusta, es muy presumida y…

 

Y vais a ir te guste o no – dijo Phenatos interrumpiendo la rabieta de Megrez No hay más que hablar y ahora espabila, tu madre y tu hermano no tardarán en bajar, así que date prisa y acompáñame a la cocina, que me vas a ayudar con el desayuno.

 

Obedeciendo de mala Megrez se dirigió a las escaleras, marcando cada uno de los pasos que daba para demostrarle a su padre lo enfadado e indignado que estaba, este lo siguió con la mirada, y viendo que iba a salir dando un portazo se lo impidió, aguantando la puerta con su telequinesis, esto enfadó más al joven que decidió que en lugar del portazo marcaría aún más los pasos.

 

¡Ya está bien! – le grito Phenatos a Megrez ¡Deja de comportarte como un niño mimado y empieza a hacerlo como un adulto! Si eres capaz de empuñar un arma eres perfectamente capaz de entender que no siempre hay que hacer lo que uno quiere.

 

Megrez cesó en su actitud hostil, aún seguía enfadado, pero supo que era mejor hacer caso a su padre, había conseguido lo que nadie en muchos años: enfadarle y eso no podía significar nada bueno.

 

Padre e hijo empezaron a preparar el desayuno, poco a poco el enfado  del joven se iba desvaneciendo y un nuevo pensamiento afloraba en su mente: Sagre.

No es que Phenatos olvidase contestar a la pregunta de su hijo, es que prefirió no hacerlo. No se puede decir que Phenatos sea un gran combatiente ni tampoco que tenga una gran maestría en el uso de los alones, pero hay algo que si tenía: una gran inteligencia y una labia prodigiosa, su terreno era la dialéctica.

Si no podía doblegar la voluntad de alguien por la fuerza ni por el uso de alones  lo haría de una forma mucho más sutil, hablándole, y no es que convenciese con grandes argumentos, es que hacía cambiar el punto de vista de las personas hasta donde él quería que cambiase y lo mejor de todo es que la gente pensaba que había sido idea suya cambiar, lo más sorprendente de todo,  era que a veces las personas no recordaban haber tenido un punto de vista distinto al de Phenatos.

Megrez y su padre ya tenían listo el desayuno a base de zumo de frutas y pan tostado y lo pusieron en la mesa a la espera de que bajasen los otros dos.

 

Cuando Sagre entró por la puerta de la cocina Megrez se abalanzó sobre él para abrazarle con todas sus fuerzas y reconfortarlo. Después se sentaron todos en la mesa a desayunar en familia, cuando acabaron entró Yans por una ventana, llevando algo amarillo en la boca, se acercó a Megrez y se los dejó con cuidado en la mano, eran huevos de pájaro, inmediatamente padre e hijos se dirijieron a buscarles un lugar adecuado, mientras Díadra y Yans  se fueron a hablar a la sala de estar.

Tras depositar los huevos en una pequeña caja de madera y darles el calor necesario con la piro-esfera Megrez se atrevió a preguntarse a su hermano lo sucedido la noche anterior, Sagre se armó de valor y le contó lo que había hecho.

Tras contarle todo lo sucedido a Megrez, este le dio la idea a Sagre de continuar con el viaje que había dejado a medias, para ver a su amigo, el hermano aceptó encantado, se moría de ganas de ver a Zalhón.

Megrez por su parte quería continuar el entrenamiento con Phenatos y ambos volvieron a bajar a la sala de estar, al llegar encontraron a Utzr comentando la desaparición del hermano menos de Díadra, Taris.

Entonces Megrez recordó que su padre le había dicho que tendrían que estar en casa de Senei y Nuth, los padres de Heasse.

No quería encontrarse con aquella repelente chicha.

 

Repelente a ojos de Megrez, lo cierto era que Heasse tenía muy buen carácter, lo que fastidiaba a Megrez era el hecho de que la joven iridiana tenía las cualidades que él creía que le faltaban: fuerza, destreza, belleza, determinación, un pelo bonito, temple, unos ojos preciosos, soltura con la espada, un olor embriagador…

 

Y por todo eso la odiaba, la odiaba y envidiaba al mismo tiempo, y secretamente la respetaba y admiraba, algo que nunca reconocería, nunca se tragaría su orgullo y reconocería que en cierta manera quería ser como ella, mejor que ella, humillarla con él simple hecho de ser como es, que era como él se sentía hacía ella, humillado.

 

Megrez  hizo aparecer su hacha, se despidió y se parpadeó en un claro del bosque donde generaciones de Iridianos habían entrenado, se sentó en silencio en la hierba y miró al cielo para ver pasar las nubes, sin darse cuenta se tumbó, con el hacha a su lado, cerró los ojos, con las manos a la altura de las caderas y las palmas encima de la hierba se concentró, anuló su vista y potenció su tacto, lo primero que notó fue la humedad y luego, poco a poco, las vibraciones en la tierra producidas por los animales del bosque, anuló también su gusto para potenciar además el oído, los sonidos que le llegaron del bosque fueron muy diversos: pasos de animales, trinos de pájaros, chapoteos de peces, el viento entre las hojas, los gusanos comiendo la madera y los bichitos que corrían por la tierra, Megrez se sorprendió de no escuchar ni su corazón ni su respiración, pero sabía que su corazón aún latía y tenía la certeza de que respiraba o de lo contrario notaría todos los olores que flotaban en el bosque, de repente un olor irrumpió en el bosque, eclipsando todos los demás, inundando los receptores de Megrez era un olor de sobras conocido, que tanto le gustaba y tanto disgustaba: Heasse.

 

Megrez habrió los ojos de golpe, volviendo a la normalidad todos sus sentidos, la chica estaba sentada al lado del joven, sonriendo, el viento mecía sus cabellos, impregnando de su aroma el aire, su sonrisa era cálida, con todos los dientes perfectamente dispuestos y nacarados, sus verdes ojos le miraban dulcemente, Megrez sintió una cálida sensación en todo el cuerpo, Heasse se acercaba poco a poco a él, faltaban unos centímetros para que se tocasen, entonces Megrez se sintió acorralado e hizo lo que haría un animal en la misma situación: atacar.

 

Rápidamente cogió su hacha y la puso con la hoja boca abajo, tocando el suelo, con el filo apuntando hacía la chica, inmediatamente Heasse hizo aparecer una espada para impedir que el hacha la dañara.

 

¿Qué se supone que estás haciendo? – preguntó Heasse indignada.

 

Pero Megrez no respondió, saltó hacia atrás apoyándose en el hacha y volvió a arremeter contra Heasse  que alzó su espada, colocándola por encima de su cabeza, aguantándola con las palmas, tanto en la empuñadura como en el extremo opuesto, parando el embiste del joven, dejándolo suspendido en el aire durante unos instantes, aprovechando la fuerza con la que Heasse rechazaba su ataque Megrez dio una voltereta hacía atrás, estando de espaldas a ella, la joven hizo un rápido movimiento con su espada e hirió a Megrez en un omoplato, no era un corte largo ni profundo, pero para el orgullo del iridiano era una ofensa, no podía permitirse perder, no contra ella, jamás aceptaría la derrota.

 

Megrez aterrizó de rodillas aún des espaldas a Heasse, que había colocada la espada por encima de su hombro derecho, con el brazo ligeramente flexionada y el codo mirando en dirección opuesta a la espada, Megrez se había dado la vuelta y sostenía su hacha con las dos manos, apretando fuertemente la empuñadura, flexionó sus rodillas y atacó a la muchacha de frente, su ataque fue desviado por la espada y volvió a caer de rodillas, se levantó se giró y justo antes de atacar se dio cuenta de que Heasee le había hecho un nuevo corte, muy cerca de donde empezaba a cicatrizar el primero.

Volvió a atacar, esta vez por el costado, pero de nuevo volvió al suelo con un corte más, volvió a atarle una vez más, pero esta vez por las espalda, con el mismo resultado.

Ataca, cae, levanta, cúrate y repite, era la secuencia que tenía Megrez  en su cabeza, secuencia que se repitió muchas veces durante dos horas.

 

Megrez estaba al borde de la extenuación cuando se desplomó por un nuevo ataque repelido, su hacha se le escapó de las manos, ambos combatientes estaban sudorosos y jadeantes, Heasse estaba aguantando bien de momento, pero ella también se veía afectada por el cansancio, sus brazos temblaban cuando intentaba sostener la espada, notaba algunas punzadas leves de dolor, sabía que pronto llegaría a su límite.

Megrez acusó el cansancio en su oponente, clavó el hacha en el suelo con la mano izquierda y puso su mano derecha encima del filo, pero sin tocarlo.

 

Es tu última oportunidad – dijo Megrez Si no te rindes vas a acabar muy mal.

 

Muérdeme– fue la única contestación de Heasse.

 

Megrez respondió a la provocación de Heasse, acarició el filo de su hacha, que se iba volviendo negro al contacto con su piel, aquella sustancia negra parecía muy densa y espesa, en seguida la joven supo que quería hacer, causarse un daño que no se pudiera curar, al menos en un tiempo, lleno de ira y seguridad en sí mismo avanzó a toda velocidad hacía la iridiana, Megrez levantó el hacha por encima de su cabeza, utilizando la carga para darse impulso el iridiano usó toda su fuerza para dañar a Heasse, pero la muchacha ya había previsto su movimiento, saltó hacía atrás en el último momento y utilizando la propia inercia de Megrez hizo que se cortase su propia mano derecha, el muñón se vio rápidamente invadido por la sustancia negra, al mismo tiempo una vibración de cuatrocientos cuarenta megaherzios invadió el cuerpo de Megrez.

 

Me has dado tan fuerte que me resuenan hasta los huesos– Se quejó Megrez a Heasse entre gritos.

 

Inmediatamente soltó un aullido de dolor y rabia, la mano del joven rodó por la alfombra, Heasse rápidamente la reconoció como la de su casa, su madre debió de haberles sentido pelear y decidió convocarlos para evitar que alguno de los jóvenes se hiciera daño.

 

Al ver la mano de Megrez tirada en el suelo se llevó las manos a la boca y soltó un grito ahogado, inmediatamente llamó a gritos a su marido, Nuth.

 

Nuth cogió a Megrez y lo sentó en el sofá, miró el muñón impregnado, no tenía muy buena pinta, estaba perdiendo mucha sangre, en aquel instante llegó Sagre, que se quedó atónito mirando la escena.

 

Si no desactivas el Alón no podré curarte– le gritó Nuth al conmocionado Megrez.

 

Pero era inútil, estaba tan asustado que tenía miedo de hacer cualquier cosa, su piel empezó a palidecer y Megrez empezó a marearse, Heasse notó que la vida le pendía de un hilo, sin tiempo para pensar hizo lo que quiso hacer cuando lo vio tumbado en el claro: besarle.

 

Megrez salió de golpe de su conmoción y volvió a notar la vibración de cuatrocientos cuarenta megahercios, incluso hoyó la nota musical es sus odios, fuerte y clara, al sonido puro le acompañó la sensación de calidez, la sustancia negra y pegajosa se estaba desprendiendo del muñón, el padre de Heasse no tardó en reaccionar, cogió la mano amputada, la colocó en su sitio y utilizó su alón curativo, poco a poco la vida fue volviendo a la mano, los tejidos se juntaron, la sangre volvió a las venas de los dedos y poco a poco todo recuperaba su aspecto normal, en su muñeca no quedó cicatriz alguna.

 

Sin importarle nada ni nadie de lo que le rodeaba Megrez miró los verdes ojos de Heasse, acarició su mejilla con su recién recuperada mano derecha y suspiró.

 

Creo que me he enamorado de ti, quisiera decir algo más bonito, pero no me se expresar mejor, quisiera…– fue todo cuando pudo decir antes de verle silenciado por el dedo índice que Heasse le puso en los labios.

 

No hace falta que digas nada, demuéstramelo – contestó Heasse mientras una nota de color rosado se posaba en sus mejillas.

 

Y ambos volvieron a unirse en un beso, y acompañada por este la nota «La», más alta y clara que nunca, haciendo que los cuerpos de Heasse y Megrez vibrasen al compás el uno del otro.

 

Sin hacer ruido todos los presentes en la sala dejaron solos a los jóvenes enamorados, Nuth tuvo que llevarse a Sagre por los hombros, el pobre no entendía nada y no era ese ni momento ni lugar para explicaciones, dejándose llevar por un instinto más fuerte que ellos se parpadearon en la bañera de casa de Phenatos  y Díadra, se sumergieron en el agua y se observaron en silencio.

 

Creo que aún no estamos preparados para esto – dijo Heasse No tenemos ni idea de que es lo que deberíamos hacer ahora.

 

– Tienes razón, lo mejor será espera y deja que todo fluya a su ritmo – contestó Megrez.

 

Y se despidieron con un nuevo beso, que a Megrez le pareció demasiado breve, Heasse desapareció del baño parpadeándose, Megrez  no pudo evitar mirar durante un largo rato al mismo punto donde hasta hace un momento había estado su amada, cuando se cansó llamó a Yans.

 

– ¿Te apetece meterte en el agua conmigo? – Le  preguntó Megrez cuando se apareció.

 

Sin contestar Yans  saltó al agua, tirando gran parte fuera, antes de que se separase del líquido que aún permanecía dentro de la bañera Megrez la devolvió dentro del recipiente de piedra, se sentó para tener la vista a la altura de los ojos del lobo.

 

Yans – dijo Megrez para iniciar la conversación ¿Tu alma está hecha de dariré o de saolstirgh?

 

Yans se quedó pensando un rato la respuesta, no porque no la supiera, lo que pensaba era la mejor forma de decírselo  a Megrez.

 

– Saolstirgh – dijo Yans con el tono más neutro que pudo.

 

– Eso significa que llegará un momento en que tú también te vayas – dijo Megrez.

 

– Si, pero a diferencia que vosotros yo tardaré mucho más en tener que hacerlo – volvió a decir Yans con toda la neutralidad de que disponía.

 

– ¿No vendrás con nosotros entonces? – preguntó Megrez.

 

No lo sé – se sinceró Yans no tengo un control tan preciso de esos acontecimientos como vosotros, podría ser que mañana note que me tengo que ir o puede ser que sea dentro de cientos o miles de años, la cuestión es que para mi será de repente, lo notaré y al segundo siguiente ya me habré ido.

 

Yans vio la pregunta reflejada en los ojos de Megrez y se apresuro en añadir.

 

– Y no lo podré evitar, de ninguna manera, pero no te preocupes, un segundo es más que suficiente para despedirse.

 

Megrez  se quedó pensativo, mirando al agua, mientras meditaba hacía que dos remolinos de direcciones contrarias chocasen entre sí, cuando se cansó salió de la bañera de piedra y cogió una toalla, se secó con desgana y se vistió deprisa, Yans salió de la bañera y se quitó el agua de encima dando sacudidas, mojando un poco a Megrez, miró al lobo con ira y salió a toda prisa de la habitación, dando un fuerte portazo.

 

Yans sabía que Megrez le había dejado encerrado porque no quería verle más de momento y no quería verle más de momento porque le dolía pensar que un día dejarían de verse para siempre, de golpe, sin avisar, con un solo “adiós” y aunque parezca contradictorio el lobo entendía al iridiano, despedirse es duro y cuando se hace para siempre uno se debate entre sí lo menos doloroso será hacerlo o no hacerlo y hagas lo que hagas siempre te preguntarás si la otra opción no hubiera sido mejor.

 

Decidió esperar un poco antes de volverse intangible y atravesar la puerta por la vía directa, después bajó al patio y se quedó tumbado bajo el sol encima del césped.

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