Sagre, capítulo 11.
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Jigsx, Sagre, Zhalón y su familia se alojaron en la mansión que Úlos le dejó en herencia al yrteda. Los antiguos sirvientes del consejero habían venido con Jigsx, puesto que técnicamente eran ahora sus sirvientes. Al llegar estos informaron al guarda de la mansión de la situación y de que ahora estaban a las órdenes del yrteda. El guarda lamentó no haber podido ir al funeral de Úlos.
Mientras se instalaban llegó un gekjo acompañado por un grupo de tres guardias armados.
– Estoy buscando a Don Jigsx, ¿Quién de vosotros es el consejero de los Garraespina? – Preguntó el gekjo que no iba armado.
– Soy yo – Dijo el yrteda – ¿Puedo ayudarte en algo?
– Soy Níttapp, el hijo menor del Rey Alarán. Mi padre me manda a buscarte, quiere hablar contigo, te escoltaremos hasta el palacio. – Dijo el gekjo.
– Es un honor conoceros Alteza. – Dijo Jigsx haciendo una reverencia.
– El honor es mutuo, esperaremos aquí hasta que pueda acompañarnos. – Dijo Níttapp
– ¿Podemos acompañaros Sagre y yo? – Preguntó Zhalón.
– ¿A quién tengo el gusto de dirigirme? – Preguntó Níttapp.
– Soy Zhalón, formo parte de la casa Garraespina. – Dijo el humano.
– ¿Y quién es ese tal Sagre, debo entender que es también un Garraespina? – Preguntó el príncipe.
– Sí, en efecto lo es. – Dijo Zhalón.
– Sin ánimo de ser irrespetuoso, ¿Tenis algún asunto que tratar vosotros con mi padre? – Dijo el príncipe Níttapp.
– Zhalón y Sagre son mis asesores, Alteza – Dijo Jigsx – Además de los encargados de mi seguridad personal.
– Si ese es el caso no veo ningún motivo por el que no deban venir con nosotros – Dijo el príncipe Níttapp – Siento ser descortés, pero el Rey es un hombre ocupado, si podemos no hacerle esperar mucho sería de agradecer.
– Nosotros acabaremos de ubicar vuestras pertenencias Don Jigsx – Dijo uno de los sirvientes – No hagáis esperar al Rey Alarán, es de mala educación.
Dejando el resto de trabajo en manos del servicio, y con la madre de Zhalón dándoles instrucciones acerca de a quién pertenecían las cosas y a dónde debían ir, los tres se marcharon con el príncipe y sus guardias. El palacio del Rey estaba situado en la colina más alta de Sioca, a no mucha distancia de la casa de Jigsx.
Al llegar al salón del trono el Rey les condujo hasta una habitación para poder hablar en privado. La habitación estaba llena de mapas de Domhan, algunos de ellos tenían fíbulas clavadas. Estas eran muy ornamentadas: la gran mayoría de ellas tenía un símbolo que parecía ser un corazón con una corona encima, unos colmillos en el centro y un ojo con una pupila alargada, similar a la de los felinos. Sagre miró atentamente esas fíbulas, el ojo era muy similar a los ojos que se le atribuyen al Dios Shoa, los cuales le permiten ver el pasado, el presente y el futuro.
– Veo que te has fijado en esos mapas, son lugares donde el Rey Elan ha librado batallas, los que conocemos. – Dijo el Rey Alarán.
– ¿Por qué tienen ese símbolo las fíbulas? – Preguntó Sagre.
– Es el emblema de la casa Colmelloso, es la Casa Real humana. – Dijo el Rey – Las otras fíbulas representan a otras casas nobles.
– ¿Ha atacado el Rey Elan a otros nobles? – Preguntó Sagre.
– No, aún no, que sepamos – Dijo el Rey Alarán – Pero nuestros exploradores hablan de rumores de batallas en Falcha, batallas contra seres azules y humanos.
– ¿Seres azules? – Preguntó Zhalón.
– Sí, pero me temo que no puedo deciros mucho más. Mis exploradores han tenido problemas para enviarme informes, y tampoco sé si se trata de información en clave, o si está siendo enviada por los secuaces de Elan para despistarme. – Dijo Alarán.
– ¿Era eso de lo que querías hablarnos? – Preguntó Jigsx.
– No, sencillamente he dado respuesta a vuestra curiosidad, no tengo por qué ocultaros nada – Dijo el Rey – Ahora que os tengo delante sois exactamente igual a como describió Úlos. Dejadme que os confiese que lamento su pérdida horriblemente, más que mi asistente personal era un buen amigo, casi como un hermano para mí…
Hubo un silencio, en el cual el Rey Alarán se permitió llorar en silencio, su hijo, el príncipe Níttapp también lloró en silencio. Al verlos Jigsx también lloró. Zhalón y Sagre no lloraron, pero se quedaron en respetuoso silencio, lamentando también la muerte de Úlos.
– Lo siento, no pretendía contagiaros mi tristeza, no deberíamos estar tan afligidos. Úlos no hubiera querido esto, me lo dejó muy claro. – Dijo el Rey.
– ¿Hace cuánto sabíais de los planes de Úlos? – Pregunto Jigsx.
– Meses – Respondió Alarán – Hace mucho tiempo que Úlos lo tenía todo pensado y planeado, creo que dejó de vivir en el presente. Para él cada día ya estaba visualizado con semanas de antelación.
– Eso no puede ser bueno. – Dijo Zhalón.
– No, no lo es – Dijo el Rey – Pero gracias a eso vamos a poder salvar unos cuantos millares de vidas. Como único consejero de la casa Garraespina tu labor será asegurarte de que los tuyos tienen un hogar en Sioca.
– Me temo que mi mansión no es tan grande como para alojar a todos los nobles de mi casa. – Dijo Jigsx.
– No, no se trata de que los acojas en tu hogar. Se trata de que te encargues de que reciban el suyo – Dijo Alarán – Dado que hace tiempo que sabemos que los iban a necesitar, empezamos a construir casas.
– Y quiere su Majestad que me encargue de ir ubicando a casa familia en una casa, ¿Es eso? – Dijo Jigsx.
– Sí, se trata de eso – Dijo el Rey – Te daré un mapa de Sioca en el que se muestran las casas disponibles: asigna a las familias según tu criterio, y luego me haces llegar tus decisiones, con los nombres de las personas que has asignado a cada casa.
– Entiendo, así lo hare su Majestad, ¿Desea pedirme algo más? – Dijo Jigsx.
– Sí, que te lo tomes con calma, y no me refiero sólo a la tarea que te he mandado. Me refiero a que, si bien es cierto que soy tu Rey, yo no soy un déspota autoritario como lo es Elan. Yo no exijo respeto y obediencia ciega, si bien es cierto que delante de otras personas, sobre todo plebeyos, pediría que guardes las formas de cortesía. Cuando estemos en reunión privada puedes relajarte. – Dijo Alarán.
– Úlos me dijo algo parecido la última vez que hablé con él. – Dijo Jigsx.
– Para mí fue un gran mentor – Dijo el Rey – Espero algún día poder llegar a ser tan noble y sabio como él. Si nos disculpáis, mi hijo y yo tenemos asuntos que tratar. Os rogaría nos dejéis solos. Ha sido un placer conoceros caballeros, espero verlos pronto de nuevo.
– El placer ha sido nuestro Majestad – Dijo Jigsx – Pronto tendré lista la tarea que me ha encomendado.
– Espero que no, o de lo contrario me enfadaré contigo. Te he pedido que te lo tomes con calma, no me hagas pedírtelo de nuevo. – Dijo Alarán.
– No se enfade con Jigsx señor Alarán – Dijo Zhalón – Él no tiene la culpa de ser un cabezota honorable.
– No se preocupe Majestad, nos encargaremos de que Jigsx no se sobreesfuerce, se lo prometemos. Dijo Sagre.
Y los tres dejaron la sala para que el Rey y el príncipe pudieran discutir en paz. Mientras se dirigían hacia la salida del castillo vieron a Rásoc.
– Oh, hola muchachos, ¿Venís de hablar con el Rey? – Les preguntó el jefe de la casa.
– Sí – Contestó Jigsx – Me ha encargado alojar a las familias Garraespina que no tengan casa en la ciudad y pretendan quedarse.
– Entonces te sugiero que te lo tomes con calma. – Dijo Rásoc.
– ¿Por qué todos me decís eso? – Preguntó el yrteda.
– En primer lugar, porque eres muy dado a obcecarte con las cosas y a no parar hasta conseguirlo; por si no lo habías notado la gente necesita dormir, y no veo que duermas mucho, cosa que no puede ser sana. En segundo lugar, porque las familias tienen que solicitar asilo a mí, y yo luego elaboro la lista con la gente que tienes que alojar. Es decir, hasta que yo no elabore esa lista tú no puedes hacer nada; y te digo de antemano que no tengo ninguna prisa en empezar esa lista, entre otros motivos porque no he recibido aún ninguna solicitud de asilo. Y en tercer lugar, pronto empezaré a entrenaros; dado los últimos acontecimientos he decidido saltarme la burocracia un poco: a fin de cuentas, estoy seguro de que el consejero no dirá nada en mi contra. – Dijo Rásoc guiñándole un ojo a Jigsx.
– ¿Yo también tengo que entrenarme en el combate cuerpo a cuerpo? – Pregunto el yrteda sorprendido.
– Si, como consejero Garraespina es tu deber conocer el Hostarán, de tal manera que puedas enseñarlo a otros miembros de la casa. Al menos deberías conocer los fundamentos teóricos de las técnicas. Evidentemente no se te exigirá tanto como a Sagre y Zhalón, lo tuyo es la magia, no la refriega. – Dijo el gekjo.
– No, él es más de lanzar conjuros a traición. – Dijo Sagre con tono jocoso.
– ¿Lanzar conjuros a traición? – Preguntó Zhalón extrañado.
– ¿Es que no piensas perdonarme nunca? – Dijo Jigsx.
– Claro que te he perdonado, pero es más divertido meterme contigo, ya sabes, a traición. – Dijo Sagre.
Al oír aquello Jigsx salió con paso decidido y sin decir nada en dirección hacia las puertas del castillo. Sagre fue tras de él, pidiéndole perdón, pero el yrteda ni se giró ni aminoró su marcha, ignoró al custodio y siguió su camino como si no le escuchara.
– ¿De qué va todo esto? – Le preguntó Rásoc a Zhalón.
– No lo sé – Dijo el humano – Parece que algo pasó algo entre ellos dos mientras me estaba recuperando del ataque del guardia.
– ¿No te ha comentado nada Sagre? – Preguntó el gekjo.
– No, no sabía que estuvieran enfadados esos dos; a decir verdad, en todo el viaje en barco prácticamente no se han hablado. Pero bueno, tampoco es que hayamos querido hablar con otras personas tampoco. – Dijo Zhalón.
– Bueno, es normal, ahora mismo estáis en la fase de querer estar solos todo el máximo tiempo posible. – Dijo Rásoc.
– Ya, bueno, será mejor que vaya a ver si les doy alcance y puedo enterarme de qué pasa. Hasta luego, Rásoc. – Dijo el humano.
– Hasta luego Zhalón. – Contestó el gekjo.
Y el humano salió corriendo por el pasillo en la dirección por dónde se habían marchado sus amigos.
Rásoc por su parte siguió su camino, preguntó a un guardia por la ubicación del Rey: éste le informó dónde podía encontrarlo. Al llegar a la habitación dónde el Rey y el príncipe habían tenido la charla con Jigsx, Sagre y Zhalón, llamó a la puerta con los nudillos. Níttapp abrió la puerta.
– Oh, vaya, hola majestad, me alegro de veros, ¿Está vuestro padre aquí? – Preguntó Rásoc.
– Sí, está aquí, ¿Lo dejo pasar, padre? – Preguntó el príncipe.
– Si, haz que entre Rásoc, le mandé llamar, tengo que hablar con él. – Dijo el Rey.
– Alarán, cuánto tiempo. Qué gusto da volver a estar en mi ciudad natal. – Dijo Rásoc extendiendo sus brazos en señal de abrazo.
– Rásoc, granuja, nos alegramos de tenerte de vuelta, ¿Has tenido buen viaje? – Dijo Alarán mientras abrazaba al jefe de la casa.
– El viaje ha sido interesante. Me he pasado la mayor parte ayudando a Jigsx a desarrollar un conjuro. Estoy realmente preocupado por ese chico, duerme muy poco: espero que no enferme… – Dijo Rásoc.
– No tienes que de preocuparte, los yrteda son gente de poco dormir. ¿Recuerdas a Hytre, la mujer de Úlos? Ella se pasaba días sin dormir, investigando también conjuros – Dijo el Rey, con una nota de nostalgia en la voz.
– Yo era pequeño cuando ella murió, apenas la recuerdo. – Dijo Rásoc.
– Bueno, es normal. ¿Qué edad tienes ahora? – Preguntó Alarán.
– Treinta y cuatro – Contestó Rásoc.
– Oh, sí, cierto, tres más que mi hijo Níttapp y dos menos que mi hija Annaddara. – Dijo el Rey – Siempre tienes que recordármelo.
– Bueno, no puede uno estar pensando en las edades de todo el mundo – Dijo Rásoc – A propósito, ¿Me habías llamado verdad?
– Sí, quería hablar contigo. Como bien sabes todo rey necesita un asistente personal: he pensado que podrías ser tú el mío de ahora en adelante, si te parece bien claro. – Dijo Alarán.
– Caray, es un gran honor. Claro que acepto, pero me gustaría saber, ¿Crees que soy la mejor opción? – Preguntó Rásoc.
– Por supuesto que lo eres, eres el jefe de la casa Garraespina. Además, no se me ocurre mejor manera de que estés cerca de mi hijo. – Dijo el Rey.
– ¿Cómo dices? ¿Estar cerca de tu hijo? ¿Para qué? – Preguntó Rásoc extrañado.
– ¿Piensas ocultarme mucho tiempo más que sois pareja? – Dijo Alarán ligeramente indignado.
– Pensaba decírtelo pronto. – Dijo Rásoc sonrosado.
– Se lo dije yo – Dijo Níttapp – De hecho, ya lo sabía.
– Lo siento Majestad, esperaba poder… – Dijo Rásoc.
– ¿Esperabas poder ocultarlo un poco más? – Dijo el Rey – Ahora no estás en Belmonte, ya no tienes que seguir esas extrañas costumbres que los humanos tienen por aquellos lares. ¿Mantener en secreto cualquier asunto amoroso? ¿Obligar a que las personas tengan sexo sólo para procrear? No, en Ispedia nada de eso se usa.
– No sé qué decir majestad, me siento tan avergonzado. – Dijo Rásoc con sinceridad.
– Avergonzado dice. Llevas tanto tiempo viviendo en Belmonte que se te han pegado sus mojigatadas. – Dijo Alarán entre carcajadas.
– ¿De verdad que no te enfadas? – Preguntó Rásoc con timidez.
– ¿Enfadarme? Caray con este chico, que tonterías dice. Pues claro que no me enfado, para mí siempre has sido como un hijo. Ahora lo serás de verdad, algún día. – Dijo el Rey.
– Me alegro mucho de que estés contento con la relación que tenemos Níttapp y yo. – Dijo Rásoc.
– Yo también padre, tu apoyo es importante para mí. – Dijo el príncipe.
– No sólo te daré mi apoyo, sino que aprovecharemos la boda de tu hermana para decírselo al resto del mundo. – Dijo Alarán.
– ¿Crees que es adecuado? – Preguntó Rásoc.
– Bueno, siempre habrá alguien que pensará que no es adecuado, que la noticia puede eclipsar la boda, que no sigue el protocolo habitual para la anunciación de buenas nuevas. Pero malo sería que el Rey no pudiera dictar las normas de protocolo, ¿No?
– Entiendo tu razonamiento – Dijo Rásoc con una sonrisa.
Y los tres gekjo se quedaron en la habitación, hablando de lo divino y lo mortal, tratando banalidades sin importancia y temas cruciales para la nación. E incluso por un momento pudieron reírse de las bizarras tradiciones de Belmonte, del rey Elan, de su ridícula locura; y olvidarse por un momento de los ominosos mapas de guerra, de las odiosas fíbulas y del negro futuro que amenaza a todos ellos.