Megrez, capítulo 2

Megrez, capítulo 2.

Megrez

Megrez

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Todos los miembros de la familia se encariñaron rápidamente con Yans, el lobo boreal que había entrado un día en aquella casa sin saber muy bien que intenciones, el que más se encariño con él fue Megrez, el echo de salvarle la vida a Yans había provocado que entre ellos naciera una conexión muy especial, los dos amigos no se separaban nunca, tanto es así que cuando los pequeños decidieron ir a ver el mundo que se extendía mas allá de Irdresma no hizo falta que Díadra y Phenatos le pidiesen que fuese con los niños, el hubiera ido allí donde Megrez estuviera.

Con sus padres siguiéndoles sin que lo supieran los niños y Yans empezaron un viaje en dirección oeste, Megrez aún no había desarrollado sus Alones bien, por lo que no podía saber que su hermano hacía ese viaje para encontrarse con aquellos seres cuya presencia había notado desde hacía semanas, ni mucho menos sabía de la existencia de tales seres, en su inocente ignorancia creía que el mundo estaba lleno de Iridianos que vivían en pueblos similares, que en uno de esos pueblos encontraría una familia similar a la suya, y se harían amigos y que jugarían de vez en cuando, algunas veces en su casa y otras en la de ellos, que les presentaría a sus amigos de Irdresma y que los del otro pueblo harían lo mismo y que formarían un pequeño grupo de niños con el que vivir aventuras.

Tras seguir un rato en dirección Oeste el camino se bifurcaba, acordaron verse en ese mismo punto antes del ocaso y Megrez se fue con Yans, seguidos por Díadra, tras un buen rato el camino se tornó en una pendiente ligera, que poco a poco se iba acrecentando, estaban subiendo una montaña, cuando llegaron a la cima vieron que en una extensa meseta se levantaba lo que no hace mucho debió ser un pequeño poblado, aún había signos de un ataque reciente, en las callejuelas de las casas de barro y paja aún podían verse armas semienterradas en la blanca tierra.

A parte de armas también había armaduras y escudos, lo que también pudieron ver  fue que los antiguos propietarios aún seguían estando, camuflados entre la tierra que tenía el mismo tono de piel que sus cuerpos muertos.

Yans miró a Megrez, parecía estar muy tranquilo, pese a estar paseando entre cadáveres.

 

¿No tienes miedo? –  Preguntó Yans.

 

– No, no lo tengo – Contestó Megrez.

 

– ¿Ni siquiera te sientes incomodo? – Le volvió a preguntar el lobo.

 

En absoluto, por alguno extraño motivo me siento bastante cómodo aquí, incluso tengo la sensación de que nada malo va a pasarme  – Dijo el niño.

 

Pues a mi estar rodeado de tanta muerte no me gusta nada, tengo una extraña sensación…  – Dijo Yans

 

Y ambos siguieron caminando, Yans estaba inquieto, pero para Megrez era como estar paseando por un tranquilo prado sembrado de flores, le inundaba una extraña sensación de felicidad, al igual que a Díadra, a ambos les gustaba ese clima tranquilo y calmado que solo se conseguía tras la muerte, aquella paz y quietud, aquella falta de vida…Precisamente era la falta de vida lo que tan poco gustaba a Yans acostumbrado como estaba a vivir en un bosque que era un hervidero de toda clase de criaturas y seres.

Llegaron a un pozo y Megrez se sentó en el borde, miró hacia dentro y vio un cuerpo flotando con varias flechas clavadas en la espalda, pensó que quizás no sería buena idea beber agua y tampoco tenía sed, Yans también se asomó al pozo, olfateó un poco y dijo:

 

– No es el único que está ahí, hay otros tres más debajo, es un pozo profundo, pero ahora el agua debe de saber fatal…

 

Pero Megrez no estaba mucho por lo que decía Yans, a tan solo unos metros de donde se encontraban le pareció que el cuerpo de una mujer se había movido, Yans miró a Megrez y luego en la dirección en que este estaba mirando y vio lo mismo que el niño, una mujer con un destrozado peto de cuero moviendo su brazo derecho arriba y abajo, lentamente, después logró incorporarse, seguía sentada en el suelo y con las piernas estiradas i ligeramente abiertas, miró hacia el pozo, primero a Yans y luego a Megrez, el niño y la mujer se estuvieron sosteniendo la mirada largo rato, después la mujer se levantó y sin dejar de sostener la mirada se encaminó hacia el pozo con pasos firmes rápido y seguros.

 

Deberíamos irnos ya de aquí, esto no me gusta nada. –  Dijo Yans.

 

No me seas cobarde, además, no pasa nada, confía en mí  – Le contestó Megrez

 

Aquella mujer siguió acercándose a ellos, ninguno de los dos le quitaba los ojos de encima, pero los de ella seguían puestos en los del pequeño Iridiano, cuando estuvo lo bastante cerca se paró, llevándose una mano al pecho, inclinó ligeramente la cabeza a modo de presentación, la levantó y volvió a mirar al niño

 

¿Qué clase de ser eres tú, qué ni teme a la muerte, ni teme a los muertos, ni teme a que los muertos le den muerte? –  Le preguntó aquella mujer.

 

No tengo ni idea de que es eso a lo que tú llamas muerte ni muertos, ni siquiera que sea algo que pueda regalarse  –  Contestó Megrez.

 

La mujer soltó una sonora carcajada, miró al rostro de Megrez y vio sinceridad en sus ojos.

 

– ¿Lo estás diciendo en serio? ¿Nunca has visto a nadie morirse? ¿Ni a tus abuelos? – Siguió preguntando la mujer.

 

Megrez se quedó mirándola en silencio

 

¿No me digas que tampoco sabes lo que son los abuelos? Los padres de tus padres, venga esos si que tienes que conocerlos, a tus padres al menos un humano no puede salir de debajo de las piedras  –  Sentenció la mujer.

 

A mis padres si los conozco, pero a sus padres no, no se si tienen, pero nunca me lo he planteado ni tampoco me han hablado de ellos 

 

A la fuerza todos tenemos que tener un padre y una madre, seguramente tus abuelos morirían antes de que tu nacieras  por eso no los conoces  

 

Hay algo que no entiendo, dices que estás muerta, pero yo no veo ninguna diferencia entre tú y yo, salvo que tienes la piel del mismo color que la tierra que nos rodea 

 

Ese es uno de los efectos de la muerte, la piel y la carne pierden su color y los pocos que saben hacer magia pierden esa capacidad al morir, no se sabe por que pasa 

 

¿Qué es lo que os pasó? – Preguntó Yans.

 

La mujer miró al lobo y le dijo:

 

Un grupo de cuarenta hombres armados vino y mató a todos los que vivíamos aquí, de eso hace un tiempo, seguramente fueran bandidos, pero no dejaron a nadie con vida, se llevaron todas las cosas de valor que había y toda la comida, no nos dejaron nada  – Contestó la mujer.

 

Vaya eso es horrible – Dijo Megrez,

 

Si, si que lo es  – Contestó Yans  ¿Ni siquiera dejaron vivir a los niños?

 

No, mataron a los ancianos incluso, a los enfermos y a gente que no suponía una amenaza, incluso a una madre dando a luz – Dijo la mujer con tristeza.

 

Al oír estar palabras Megrez miró hacia el suelo, apretó con fuerza los puños y dijo:

 

Yo encontraré y mataré a esos hombres por lo que os han hecho, los buscaré y su sangre regará la tierra…

 

La mujer miró con ternura al niño, puso una mano en su cabeza, este le miró con los ojos llenos de furia, la mujer negó con la cabeza y le abrazó, pese a que el cuerpo de la mujer estaba frío Megrez notó una extraña calidez, poco a poco se fue calmando y olvidando la idea de la venganza.

 

Para ser tan pequeño dices unas cosas muy fuertes, no debes seguir el camino de la venganza pequeño, nosotros mismos lo haríamos, pero no merece la pena, no arreglaremos nada matando a más gente, solo causaremos más sufrimiento, es mejor dejar las cosas así  – Dijo la mujer con ternura mientras seguía abrazando al Iridiano.

 

Megrez comprendió aquellas palabras, pensó que quizás podía haber una forma de devolverles la vida a aquellas personas y si alguien podría seguramente serían sus padres, decidió despedirse de aquella mujer diciéndole que volvería con una solución a sus problemas, la mujer suspiro y sonrió, pensando en que al menos aún la inocencia del niño seguía intacta, a Megrez le hubiese gustado hacerle más preguntas a aquella mujer, pero se estaba haciendo tarde.

Llegó a la bifurcación del camino y vio a su hermano sentado en el suelo con los ojos cerrados.

 

Venga, tenemos que irnos – Le dijo a Sagre.

 

Este miró la posición del sol en el horizonte y dijo:

 

Llegas un poco tarde, vamos, tenemos que volver a casa.

 

Y Sagre parpadeó el primero para llegar a casa, Megrez le siguió en cuando hubo cogido en brazos en Yans, en casa esperaban Díadra y Phenatos, antes de que pudiesen contar que habían hecho Díadra les mandó bañarse.

Y mientras se bañaban Megrez le dijo a Sagre:

 

Hoy he descubierto lo que es la muerte

 

Que curioso, yo también lo he descubierto –

 

¿Y verdad que es algo fascinante? – Dijo Megrez

 

¿Pero que dices? Es algo horrible… – Contestó Sagre.

 

Y ambos se quedaron en silencio mientras terminaban de bañarse.

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